15. Ausencia

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Conde.

Han pasado tres días, tres días que no la veo.

Su repentina huida tras saber mi nombre me ha dejado aturdido durante estos días.

La intriga por saber cómo sabía mi nombre verdadero me está volviendo un lunático.

¿Cómo es posible que Katherine Collins-Wood supiera mi nombre verdadero? Muy pocas personas en esta ciudad saben mi nombre, entre ellas, Vera, pero es imposible que lo sepa por ella. No se conocen, o eso espero.

A nadie le confieso mi nombre real, ni siquiera dejo que Vera me llame así. Sólo lo hizo una vez y fue por una situación muy extrema en donde me salvó de mí mismo.

Si apenas mi madre me llama Lucas, la gente desconocida tampoco me llamará como a él. Odio que me mencionen como a él, odio que me recuerden a mi padre.

Katherine me preguntó desesperada por saber si realmente me llamaba Lucas Sants. En ese instante que sujetó mi rostro, me enganché a sus ojos impacientes por saber la verdad y no supe mentirle sobre mi identidad.

Por alguna razón, a Katherine no le pude mentir.

Hubo una milésima de segundo que pensé que mi verdadera identidad no le atormentaría, sin embargo, esa milésima de segundo se esfumó tan rápido como la pólvora al verla marchar sin mirar atrás.

¿Por qué le atormentaba saber la verdad? ¿Qué era lo que tanto le inquietaba?

¿Qué secretos escondes, Katherine?

De pronto, el remolino de pensamientos que se ceñían sobre mi mente se diluye cuando mi mejor amiga, Vera Morales, se sienta junto a mí en la cafetería de enfrente de la Universad "Las Infantas".

Vera lleva preguntándome durante estos tres días la razón de mi pesadumbre, de mi seriedad y de mi indiferencia ante todo. Ha estado muy preocupada estos días y al fin y al cabo me siento endeudado de contarle mis intimidades. De algún modo, todo lo que tengo se lo debo a ella, así que aquí estoy, al lado de su preocupado rostro.

—A ver, Conde, ¿se puede saber qué te ocurre? —mi mejor amiga va directa al grano.

Exhalo con pesadez.

—Estoy preocupado por Katherine —confieso.

Mi mejor amiga abre sus ojos con asombro. El camarero pasa junto a nosotros y ella, con rapidez para que no nos interrumpiera más de lo debido, pide lo de siempre: un café con leche para ella y un café solo para mí.

—Empecemos —reinicia Vera—. ¿Quién es Katherine y por qué no sé nada de su existencia? —pregunta un tanto celosa.

No me acordaba, nunca le mencioné a Katherine. En verdad, a nadie le hablé sobre ella, apenas nos conocíamos y no la consideraba tan importante como para citar siquiera su nombre. Ahora eso ha cambiado.

—Katherine es mi compañera de clase de la asignatura de primero —le cuento—. La chica de la fiesta que te comenté.

En la fiesta, cuando hallé a Katherine junto a mi hermano Marcos, sentí una rabia infinita y decidí no interrumpirlos con mi existencia. Total, él no sabría quién soy yo y ella parecía estar más a gusto con él que conmigo.

Después de verlos juntos, me bebí las dos copas que tenía en las manos y me senté solo en el sofá del gran salón entre la multitud. Allí me encontró Vera, un tanto ebria y con diversión en sus labios. En ese momento, ella notó mi severo comportamiento y me preguntó el motivo. Al no querer entrar en detalles, le dije que se trataba de una chica de la fiesta y mi mejor amiga alegremente hizo caso omiso. Millonésimas de veces he estado con chicas en la fiesta y cuando me han rechazado he hecho lo mismo que en ese instante, sentarme con una copa sobre un sofá y observar lo que ocurre a mi alrededor.

SIN SANGRE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora