Katherine Collins-Wood
Ha pasado una semana desde que no lo veo. Una dura semana en donde Lucas se ha sometido a un duelo doloroso y en solitario.
Yo misma presencié la muerte de la señora Conde. Fuimos mi madre y yo quienes estaban en casa de la señora Conde.
Esa mañana acompañé a mi madre a la casa de la señora Conde debido a unos ligeros mareos que sentía así que para sentirme segura, fui con ella. Al llegar a aquella casa, nos sorprendía el tremendo silencio que nos recibía al abrir la puerta. Mi madre estaba muy extrañada al no ver la televisión encendida con una de sus películas favoritas ni en su habitación, durmiendo mientras la esperaba. Sin embargo, al rotar nuestro cuerpo y verla tumbada sobre la cama de Lucas junto a una foto antigua, nos encogió el corazón.
Mi madre, presa de pánico, fue a comprobar que la señora Conde estaba consciente. Al descubrir que no se inmutaba ni un ápice de su cuerpo, Victoria se alertó e intento reanimarla de todas las maneras. En cambio, yo me quedé paralizada contemplando la horrible escena. No podía creer lo que acababa de pasar.
Mi reacción hizo que mi madre me gritara ferozmente para que llamara a una ambulancia, a Patricia o a cualquiera con tal de pedir ayuda. Aunque me costó recobrarme de la escena, corrí en busca del teléfono fijo de la casa.
A pesar de las repetidas veces que Adela, Oliver y Marcos han tratado de enseñarme a usar un teléfono distinto, no era capaz de manejar aquellos dispositivos tan complejos. Sin embargo, por el pánico que llevaba dentro de mi cuerpo, supe automáticamente cómo teclear aquellos números y llamar ordenadamente los números escritos de una lista que se encontraban al lado del teléfono.
Primero llamé a la ambulancia alterada y sin apenas poder vocalizar bien tres palabras seguidas. No comprendieron muy bien mi mensaje, pero por el tono de mi voz supieron que el caso era grave. Rápidamente me avisaron de que iban a llegar en dos minutos.
Al colgar el teléfono, tecleé el número de Patricia, la tía de Conde, y al segundo tono, me cogió. También, con pavor sobre mi voz, le supliqué que viniera. Ella sólo me preguntó:
—¿Elena?
Respondí a sollozos, dándole a entender que sí. Patricia colgó el teléfono y en menos de cinco minutos, con sudor en su frente y horror en sus ojos, apareció por la puerta. Me miró de reojo y corrió hacia la habitación de Lucas para ayudar a mi madre a reanimar a la señora Conde.
Poco después apareció la ambulancia y mientras hacían sus complejas maniobras, yo intentaba llamar continuamente a Conde, pero no hubo manera de que me cogiera la llamada. Lo llamé ciento de veces y nunca me lo cogió.
Había un último nombre en la lista: Vera.
Me encontraba en un caso extremo y a pesar de saber lo ocurrido entre ellos dos, sabía que ella era la única persona capaz de encontrar a Conde.
Al llamarla, también tardó en cogerme el teléfono, pero casi al último tono, por fin me contestó.
—¿Sí? ¿Señora Conde? —sonaba la voz desconcertada de Vera.
Los ojos se me impregnaron de agua.
—Vera, soy yo, Katherine —dije con voz temblorosa—. ¿Estás con Conde?
Ella tardó unos segundos en contestar y unos gritos se hacían resonar a través del dispositivo.
—Sí, pero...
—Pero nada, Vera, tienes que decirle que...
De repente vi aparecer a mi madre por la puerta con la cara totalmente descompuesta. En ese mismo momento supe que la madre de Lucas ya no estaba con nosotros.
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SIN SANGRE ©
Ma cà rồngKatherine Collins-Wood, una vampira que desobedece las reglas de su comunidad, tiene que huir de su mundo para poder sobrevivir, pero no sabemos si esa es la palabra correcta porque en el mundo al que huye se encontrará con dos tentaciones que marca...