32. Decidí que fueras tú

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Sentada sobre el colchón de su cama en ausencia de Lucas, me percaté de la presencia de una foto que estaba apoyada sobre la pared y reforzada a los lados con lapiceros para que no se cayera.

Esa foto ya la había visto con anterioridad, cuando la madre de Conde murió en su cama. Ella la llevaba consigo, pegada a su pecho, aferrada al recuerdo. Apenas pude apreciar con claridad la imagen debido a la gravedad de la situación, pero al verla ahora, pude reconocerla al instante.

Una fotografía compuesta por tres personas: una joven mujer pelinegra sentada sobre una silla, feliz por tener sobre su regazo a su hijo, un infante también pelinegro de apenas cuatro años, ajeno a las desgracias y contento por su pequeño regalo, una cámara de fotos de plástico. Al lado de ellos se encontraba la persona que los cuidó toda una vida, la señora Patricia, quien estaba agachada mirando al pequeño Lucas y sonriendo con alegría a aquel niño satisfecho.

Esa imagen sólo mostraba las personas esenciales para la señora Conde: su hijo Lucas y su gran amiga, Patricia Sants.

Ensimismada al ver la foto, un ligero ruido hace que me alarme y me de media vuelta, viendo cómo Conde me observaba desde la puerta con una caja sobre sus manos. Se agacha para coger un sobre del suelo, el objeto culpable de que me asustara, y viene junto a mí.

—Es una de mis fotos favoritas —me dice él con ternura—. Esa fue mi primera cámara de fotos. Sólo sacaba unas cuantas, y luego tenía que comprarme otra, pero para mí era una joya a pesar de la poca edad que tenía. Lo apreciaba mucho.

Esbocé una pequeña sonrisa.

—Se les ve muy unidos —observo con detención.

Conde deja la caja sobre la cama y se sienta junto a mí.

—Es que en ese momento vivíamos en casa de mi tía Patricia. No nos quedaba de otra que estar unidos —dice con voz melancólica.

Lo miro por un segundo y luego observo de nuevo aquella fotografía tan significativa para la señora Elena y Lucas.

De pronto, Lucas da una palmada llamando mi atención.

—Bueno, traje esta caja para que viéramos las cosas que hay dentro juntos —Coge la caja y la pone sobre el suelo, de forma que yo pueda verlo mejor—. No me atrevía a hacerlo solo así que te esperé.

Arrugo la frente.

—¿Qué es?

—Aquí dentro hay cosas de mi madre.

Vuelva un poco la caja para que pueda leer una nota escrita en ella, donde dice "Cosas para mi querido Lucas. Con amor, mamá".

—¿Desde cuándo tienes la caja? —pregunto con curiosidad mientras me siento en el suelo para estar a la altura del contenido que hay en la caja.

—Desde siempre —me comunica él imitando mi posición—. Yo sabía la existencia de esta caja, pero mi tía Patricia me ordenaba a que nunca la abriera hasta que no fuera necesario —se encoge de hombros—. Hoy me llamó recordándome que ya era necesario abrir esta caja.

Miro dentro y veo múltiples de fotos, sobres con cartas dentro, juguetes, dibujos y muchas más cosas. Dejo de observar el contenido de la caja y dirijo mi vista hacia sus ojos marinos.

—¿Quieres empezar ya? —le pregunto con delicadeza.

Él afirma con la cabeza y comienza a sustraer una serie de objetos del interior de la caja. Unos juguetes de colores llamativos, un peluche en forma de ballena, una especie de mantita que parece ser de Lucas de cuando era un bebé...

SIN SANGRE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora