30. Caos

120 35 17
                                    

Me tomé bastante tiempo para llegar a casa. Quise ir con toda la rapidez del mundo para llegar allí y luego volver con la misma a casa de Lucas, pero la ilusión que florecía en mi corazón hacía de las suyas para que me despistara con cualquier cosa, por ello me pasé mi parada y tuve que caminar de regreso al edificio.

La inesperada bienvenida que me dedicó Lucas fue de lo más bonito. Pensé que al llegar, él se pondría a llorar o que me reprocharía no haber estado con él en toda la semana, pero en lugar de eso, me abrazó sin dudar y no me soltó hasta que su corazón calmase su pulso.

Apenas pude apreciar el bello momento de estar dormida junto a él, pero el saber que dormí plácidamente toda la noche sin que ninguna pesadilla me desvelase, me satisface mucho.

Verle dormido sobre las sábanas con el ceño relajado fue una de las cosas más bonitas que podré recordar. Su escandaloso cabello negro tapándole parte de su rostro, el torso desnudo que rozaba las ropas de la cama, sus labios entreabiertos y sus largas pestañas iluminadas por los pequeños rayitos de luz componían una espléndida imagen.

Ha sido una dulce mañana.

Después de una larga caminata, por fin me hallo enfrente de mi edificio. Subo las escaleras de uno en uno y al llegar a la puerta, una sensación extraña invade mi cuerpo al cruzar el marco.

Encuentro en el sofá a toda mi familia sentada con los cuerpos rígidos y con las miradas descompuestas. Hallo a mi hermano sentado con inquietud sobre sus piernas al moverse alteradamente. También percibo la preocupación entre las cejas fruncidas de mi padre, quien agarra con fuerza la mano de mi madre. En cambio, ella refleja serenidad en su semblante. Todo lo opuesto a mi hermano y mi padre.

Me acerco a ellos con lentitud.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunto con perplejidad.

—Siéntate, hija —me ordena mi madre con amabilidad, pero con voz temblorosa.

Me siento inquietante al lado de mi hermano, quien apenas ha apartado la vista del suelo. Miro a mis padres con desconcierto.

—Cariño, tenemos que buscar una solución —anuncia mi padre.

Frunzo el ceño.

—¿Una solución a qué, exactamente? —cuestiono.

Mi padre suspira antes de contestarme.

—Kath, tu madre está empeorando de manera significante. Nosotros queremos pensar que viene a raíz de la señora Conde y sólo es el estrés del trauma. Todo aquel suceso supuso un gran impacto para tu madre, pero...

—Pero yo sé que está llegando mi final —declara mi madre con voz gélida.

A partir de ese instante, pude notar de golpe todos los signos de empeoramiento de mi madre: las grandes y moradas ojeras que adornan sus preciosos ojos, el cansancio que proclama su cuerpo día sí y día también, la debilidad con la que me habla, la fiebre de esta mañana, los sucesivos escalofríos, los mareos constantes...

—Pero ¿cómo? ¿Tan pronto? ¡Eso es imposible! ¡No puede ser! —bramo con dolor en mi interior.

Mi madre hace un ademán con tranquilidad.

—Katherine, todos sabíamos que esto iba a ocurrir —me recuerda ella.

—¡Pero podemos encontrar alguna solución! Algún médico humano seguro que podrá ayudarte en lo que pueda o podemos acudir a... —repongo yo.

Victoria Collins niega con la cabeza.

—No es posible, me temo —me interrumpe su débil voz.

SIN SANGRE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora