Amistad en peligro

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Marinette

¡¿Que demonios había sido eso?! Había estado a punto de dejar que Adrien me tocara más de la cuenta, o bueno lo había dejado. ¿Por que debía ser tan estupida para no impedirlo? ¡Era Adrien Agreste un puñetero mujeriego aparte de ser el primo de mi reciente ex novio!

Había pasado toda la noche despierta pensando en que haría esta mañana. ¿Cómo iba a verlo después de esa escena? Había sido completamente vergonzoso tener que estar expuesta a ese nivel con Adrien, y al nivel al que llegamos, sin mencionar que Nathalie nos había pillado.

Esa mañana en unos cuantos minutos debía ya partir para dirigirme a casa de Juleka nuevamente ya que nos encontraríamos para ayudarla a limpiar la casa para que su madre no los castigara.

Era un manojo de nervios, por lo que solo tome un pequeño pan que había horneado mi madre, una banana y un tomatodo con yogurt que comería en el camino.

— Adiós, os veré luego— Me despedí de mis padres muy cariñosamente como siempre.

— Está bien cariño, no llegues tan tarde— respondió mi madre después de darme un corto abrazo de despedida. Era normal ese trato gentil y amable de mis padres, y con ello salí con una gran sonrisa de mi hogar.

No tenía nada de que preocuparme, solo era Adrien. Y debía actuar como él, si eso no había significado nada, entonces yo debía tomar la misma postura. Eso no era nada, apenas habían sido un poco de toqueteos indebidos pero no era nada que no pudiera hacer.

Era libre, soltera y si quería besarme con Adrien estaba en mi derecho, hasta quizás hacer algo más que solo un par de besos y caricias.

Salí de mi casa para llegar a la estación de metro, el cual me conduciría a unas cuantas cuadras de la casa de Luka. Al salir me percaté que Adrien estaba en el parque cerca de mi casa en una sesión de fotos. Abrí mis ojos en grande y me paré abruptamente en la acera. Intente pasar desapercibida pero note como me vio rápidamente.

Me quedé inmóvil y vi como agitaba su mano saludándome. Comencé a caminar hacia allá pero enseguida me frené de golpe, ¿que le diría? Solo me imagina esa conversación tan patética donde solo pudiera balbucear y ponerme en ridiculo.

Así que por la poca dignidad que me quedaba con él hice una mueca y me giré con prisa hacia el otro lado, ignorándolo por completo. Comencé a caminar hacia el otro lado justo hacia la estación de metro, pero sentí como una mano me detenía.

— ¿Acaso acabaste de ignorarme?— cuestionó dándome la vuelta para mirarme fijamente a los ojos.

— Y-yo... claro que no— quite su mano de mi hombro sacudiéndolo de arriba hacia abajo con fuerza.

— Vaya, mientes peor de lo que pensaba— se mofó soltando una larga risotada.— ¿Es por lo qué pasó ayer?

¡¿Como podía ser tan ciego?! ¿Acaso había a olvidado todo lo que sucedió ayer? Todo era su culpa y se mofaba y plantaba delante de mi cara con esa expresión de estupido, jactándose de que no sabía que es lo que me molestaba. ¿Que acaso no había notado mi obvia molestia?

— Si prestarás más atención estarías al tanto de eso— me queje y le reproche con indignación y cólera. Si me conociera lo sufiente sabría por qué me ponía como loca.

— He hablado con Nathalie respecto a ello, no dirá nada a nadie ¿así que puedes quedarte calmada?— De verdad era estupido. — Pero eso no es por lo que estás molesta ¿o me equivoco bichito? — acaricio mi mejilla suavemente y yo retire su mano con fuerza.

— Deberías relajarte— saco de nuevo y por quinta vez sus malditos cigarros frente a mi. Me cedió uno a lo que yo con ira tome ese maldito objeto y lo tiré con fuerza a la tierra mientras lo pisaba. — Si no querías pudiste habérmelo regresado.

A escondidas (lemon miraculous)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora