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Constanza

Hoy despues de tres días sin que mi mamá y Pedro nos dirijan la palabra nos despertaron para charlar sobre todo esto.

Cabe destacar que desde el día que vine acá Mateo no me dejo irme, quería que estemos los dos juntos ya que el "me había extrañado", es un goma pero bueno, tampoco me quejo porque de una manera u otra me gusta.

Estábamos en la sala de estar, eran alrededor de las diez de la mañana y con el morocho teníamos unas ojeras tremendas porque nos habíamos dormido re tarde por quedarnos viendo una serie.

—¿Quieren mate? —dice Mateo y todos negamos, este bufa —Ustedes se los pierden —solto haciendose el ofendido sacándole un poco de seriedad al asunto, cosa que Pedro y mi mamá no les cabio una.

Mateo se sentó ya con su mate amargo y su termo e Ivana carraspeó para después hablar.

— Hablamos mucho con Pedro en estos días, sobre su relación y la nuestra —miró a Pedro y este tiene una cara de orto impresionante, Mateo movía su pierna de un lado a otro, estaba cagado hasta las patas. Mi mamá prosiguió — Ya sabemos que no podemos parar lo de ustedes, no estuvimos bien pero queremos que sepan que los hicimos por el bien de la familia, entiéndanos de que es raro todo esto que está pasando.

Bufé.

—Mamá esto no es raro —nos señale a Mateo y a mi — ¡No somos hermanos! No hay vínculo familiar entre él y yo.

—Pero la gente de afuera no sabe eso, Constanza —exclamó Pedro.

—¿Y que nos importa lo que piensen los de afuera? ¡Que la chupen!

—Constanza, la boca por favor.—me reto mi mamá.

Mateo sonrió de costado, burlón. A lo que yo por debajo de la mesa lo pise haciendo que se queje.

Reí para mis adentros.

—Ustedes son personas maduras ahora, no podemos hacer nada más que respetar su decisión —sonrió Ivana.

Mire a Pedro de brazos cruzados, quería saber qué opinaba ahora este.

A lo que el papá de Mateo suspiró antes de comenzar a hablar y seguramente darnos el sermón de nuestras vidas.

—Solo les voy a pedir que no se anden besando adelante nuestro —dijo chistoso a lo que fruncí el ceño — Ah, y que se cuiden, no quiero nietos por ahora.

—¡Papá! —exclamó el de rulos completamente rojo de la vergüenza, haciendo que se tape la cara con las manos.

—Solo les aviso, sabemos que a esta edad...—Mateo lo frenó.

—Creo que ya es suficiente por hoy —se para y me toma de la mano — Nos vamos a mi cuarto.

Reí mientras íbamos a la habitación del morocho para que después esté cierre la puerta, estaba con los cachetes sonrojados y eso me daba mucha ternura, le había dado vergüenza.

—Dios boluda, no lo puedo creer —dice desordenándose el pelo — Quería salir corriendo de ahí.

—¿No es lo que hiciste? —me burlé haciendo que este me mire mal —Perdón rulos pero es que me da ternura cuando te pones colorado, pareces una frutillita —me burle como el me había dicho hace unas semanas atrás.

— Ah pero vos sos una forra —fingió que se enojaba — No estoy colorado.

— Pff no, nada que ver—dije sarcástica y este me miró mal — Te amo.—le tomé la cara y le di un beso.

—Yo no —me dijo y lo miré entre indignada y ofendida —Me pisaste a propósito, me hiciste re doler boluda.

—Anda a cagar Mateo —me tiré en su cama y este comenzó a dar besos en el cuello, lo empujé —Salí de acá.

quarentine ; trueno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora