Capítulo 2

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—¿Eso es café?

Entre las lágrimas, veo a un chico de mi edad mirándome sorprendido. Debe sacarme al menos una cabeza, y eso que yo soy alta, o eso me digo a mí misma de vez en cuando para subir mi autoestima.

Lo poco que veo es que está intentando reprimir una sonrisa.

—Una profesora se ha chocado conmigo —murmuro, a la defensiva.

Vale, está sonriendo. A mi costa.

—No le veo la gracia —le suelto.

—No tiene gracia. En absoluto.

No es la clase de chico que me esperaba.

A ver, esperaba a un chico como Dustin Daniels; bajito, con gafas, perfectamente peinado y con mala leche. Creo que, en resumen, esperaba lo contrario a lo que tengo delante. Mi nuevo compañero parece divertirse con la situación. Lo he visto antes por el instituto. Sí, sin duda. A Melanie le gustaba el año pasado, pero él la rechazó bastante directamente en una fiesta.

No debería contaros esto, pero básicamente Mel se pasó la noche con él y cuando intentó lanzarse a besarlo, él le hizo la terrible, asquerosa, temida y nombrada cobra.

Escalofriante.

Supuestamente, debería odiarlo, aunque la verdad es que —a pesar de que se esté riendo de mí— parece simpático.

—¿Necesitas ayuda? —pregunta amablemente, pero sigue con la misma expresión de burla.

—Mis cosas la necesitan, pero creo que no tienen cura —levanto un cuaderno empapado.

Entonces, me quedo pálida. Él me mira con el ceño fruncido.

—¿Qué?

—¡Puñetas! ¡Mi móvil!

Me pongo a rebuscar en mi mochila como una histérica mientras él arruga la nariz.

—¿Puñetas?

Por fin, mi mano choca con algo y lo saco. Mi móvil. Mi pequeño. Está sano y salvo. Suelto un largo suspiro de alivio.

—No me gusta decir palabrotas —me limito a decir.

Parece divertirle. De nuevo.

—¿Qué?

—Nada —levanta las manos a modo de rendición—. Deberíamos ir al aula.

—Deberíamos —murmuro, con poco entusiasmo.

—Pero no siempre se hace lo que se debe, ¿no?

Lo miro sorprendida.

—No creo que vengan a golpearnos con un látigo si faltamos.

—Yo no estaría tan segura, ¿has visto a la directora? Apuesto a que tiene una habitación para juegos maníacos, como Christian Grey.

—Preciosa combinación.

Me siento un poco avergonzada. Quizá no debería desvelar mis lecturas pervertidas secretas tan abiertamente.

Me miró a mí misma. Mi jersey favorito arruinado. Me costará quitar esas manchas. Por no hablar de las manchas de sangre cuando mi madre me vea con estas pintas.

—Querrás ir a cambiarte, supongo.

—¿Podemos saltarnos la primera clase?¿Seguro? Porque paso de más lios.

Cuando todo llegueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora