—¿Has metido el cepillo de dientes, el pijama, unos cuantos pares de pantalones...?
—Mamá —repito por enésima vez—, lo tengo todo.
—Quizá no me preocuparía tanto si no fuera porque dentro de cinco minutos pasa a buscarte el autobús y tú sigues aquí haciendo la maleta —me dice, enarcando una ceja.
Vale, en eso tiene razón.
—¿Has metido el cargador del móvil?
—Sí, mamá, eso ha sido lo primero y más importante.
—¿Nos llamarás todos los días?
—¡Me voy cuatro días!
—Hija, no te ofendas, pero eres un desastre.
—Pues me ofendo —frunzo el ceño, cerrando la maleta.
—Da igual, soy tu madre y puedo decirte lo que quiera.
La miro con mala cara mientras ella revisa la habitación para ver si me he dejado algo. Parece contenta, porque no critica nada.
Entonces, ambas escuchamos a mi padre llamándome y bajamos las escaleras juntas. El profesor Anderson está entusiasmado, esperando en la puerta. Mi padre charla con él mientras mi hermano nos mira a todos desde su rincón oscuro.
—Pásatelo bien —mi padre me da un ligero apretón en el hombro, y miro a mi madre.
—Pórtate bien —advierte.
—¡Y no vuelvas! —exclama mi hermano, antes de salir corriendo hacia el salón.
El señor Anderson nos mira con una gran sonrisa.
—¡Vamos, Katherine, Roma nos espera!
—Yuju —murmuro, poco entusiasmada.
Salgo de casa con mis padres despidiéndose de mí y meto la maleta en la parte inferior del bus. Al subir, me doy cuenta de que soy una de las primeras, así que me siento sola en un lugar con ventana y me pongo a escuchar música con los auriculares. No quiero estar aquí. Este viaje dejó de apetecerme hace ya unas semanas. Si mi madre no me hubiera obligado, no estaría aquí.
Hacemos varias paradas y yo miro de reojo a los que entran al bus. A algunos los saludo y a otros no, como siempre. Sin embargo, cuando veo que una chica algo baja, pero con una cara muy bonita y el pelo perfectamente recogido, me entran ganas de volver corriendo a casa.
Claire busca algo con la mirada, supongo que a David. Aprieto los labios y la miro con el ceño fruncido. Estoy segura de que si ahora mismo pudiera quemarla con la mirada, ardería en llamas.
Sin embargo, su mirada se detiene en mí y se acerca directamente, sin vacilar. Cuando se sienta a mi lado, no puedo estar más confundida.
—Hola —me sonríe—. Soy Claire.
—Ah —le suelto.
No es que quiera ser desagradable —no solo eso, al menos—, sino que no sé cómo reaccionar. ¿Qué quiere?
—Tú eres Kate, supongo.
—Kat —corrijo. Kate solo lo usa David. Ella no.
—David me ha hablado de ti —me dice alegremente, e intento buscar algo en ella que me diga si me está vacilando o habla en serio. No parece que esté intentando decirme nada malo. De hecho, todo ella grita bondad y alegría. No sé si hace que me cabrea más o menos.
—¿Ah, sí? —pregunto, fingiendo buscar alguna canción en mi móvil, para que pille la indirecta y me deje en paz.
—Sí, mucho —añade—. Te aprecia muchísimo.
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Cuando todo llegue
RomanceTodos odiamos el instituto, eso es un hecho. Pero cuando te llamas Katherine Crawford todo es peor, mucho peor. Si alguien me hubiera dicho que mi primer día en último año iba a ser así de malo, me habría quedado en casa durmiendo. Pero no, como soy...