Capítulo 18

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—¡¿Que te quedas a dormir en casa de un chico?!

Separo un poco el móvil de la oreja. El grito de mi madre hace que me duelan los oídos.

—Sí, pero...

—Al que ni siquiera conocemos —remarca, aún más enfadada.

—No me quedo porque quiera organizar la fiesta del siglo, mamá, las carreteras están cortadas.

—Me da igual. Tú no te quedarás a dormir ahí. ¿Quién te crees que eres? ¡Tienes dieciséis años, jovencita!

—¡Cumplo diecisiete dentro de un mes! —le digo, indignada.

—¡Eres una niña, y como tu madre te digo que no!

Abro la boca para protestar, pero Bianca aparece a mi lado y me pide el móvil con la mano. Sin saber qué decir, se lo pongo en la mano. Ella se lo lleva a la oreja y sonríe. Tras unas pocas palabras, ella me guiña un ojo y me indica que puedo irme, así que mientras ella tiene la conversación más larga de la historia con mi madre, vuelvo con David y su hermana. Están sentados en la alfombra, jugando con las muñecas. David hace que una conduzca un coche.

—Yo soy la presidenta —dice Emily con una gran sonrisa, peinando la suya.

—¿Y eso por qué? La presidenta soy yo —David saca a la muñeca del coche y le cambia el vestidito, muy concentrado, por otro más rosa.

—La muñeca es mía, así que yo decido.

—Yo soy mayor, así que yo decido.

—Pues mira, iba a hacerte vicepresidente, pero ahora solo serás consejero.

—¿Qué? —David vuelve a meter la muñeca en el coche y atropella la de Emily—. Ale, ya no puede gobernar. Me declaro presidente.

—¡Tiene una hermana que puede serlo! —le chilla a pequeña Emily, sacando otra.

Suelto una risita y los dos me miran. Emily sonríe ampliamente y viene para agarrarme de la mano y sentarme con ellos. Me da la muñeca atropellada.

—¡Tú sí puedes ser mi vicepresidenta! —me dice, contenta.

—¿Por qué ella sí y yo no? —pregunta David, enfadado.

—Por dudar de mí, te sublevo a criado —le digo—. Y me quedo con tu coche.

Emily empieza a reírse cuando David y yo nos empezamos a pelear por el coche amarillo.

Al final, Emily empieza a bostezar, agotada, y se tumba en el sofá. David y yo nos sentamos en cada extremo. Yo tengo la cabeza de Emily en el regazo, y él los pies. Estamos mirando Brave, la que ha dejado puesta Emily.

—Toma —Bianca me devuelve el móvil al volver al salón.

—¿Has conseguido convencerla? —pregunto, sorprendida—. ¿Cómo?

—È stato facile —se ríe y mira a Emily—. Creo que alguien debería irse a la cama.

La toma en brazos con sorprendente facilidad y la levanta, llevándosela a su habitación del piso de arriba. Como David también se está quedando dormido, no se me ocurre otra cosa que empujarle el brazo, de manera que se da con la frente al sofá. Se despierta de golpe, dolorido.

—¡Oye! —protesta.

—Te estás perdiendo la mejor parte de la película.

—Si ya la he visto mil veces —protesta—. Me muero de sueño.

—Eres como un bebé.

—Necesito mis ocho horas de sueño.

Su móvil suena y lo saca. Empieza a teclear rápidamente y vuelve a centrarse en mí.

Cuando todo llegueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora