—Me encanta —murmura Madison.
April está al otro lado de la cafetería. Cuando la miro, aparta la mirada enseguida, asustada. Madison me mira como una madre orgullosa.
—Fue el mejor puñetazo de la historia.
—Si ni lo viste.
—¿Qué más da? Terminó en su cara, que es lo que importa.
Mordisqueo un poco mi sándwich. No tengo demasiada hambre, cosa rara en mí.
—¿Has vuelto a hablar con ese chico?
—¿Qué chico?
—El que te rechazó.
Ella frunce el ceño.
—¿Y yo para qué querría hablar con ese? Que le den por cu...
—Vale, vale —levanto las manos con el sándwich, en señal de paz—. Solo era una pregunta.
—Pues no preguntes —suspira—. En fin, hablemos de otra cosa. ¿Ya lo has hecho con David?
—¡Claro que no! Hace solo una semana que volvimos de viaje. Además, sigo castigada por darle un puñetazo a April.
—¿Y?
—¿Tengo que repetir que hace solo una semana que salgo con él?
—¿Y? —repite.
—¡Pues que es muy pronto!
Ella estira el brazo y me pone una mano encima de la mía.
—A ver, ¿cuál es el problema?
—Pues... —me miro las manos—. Yo no sé mucho de eso...
—¡Has venido a hablar con la persona indicada, entonces! —exclama, alegre.
—¿Hay que... depilarse? —pregunto lentamente.
—Bueno, depende. Mientras no tengas un bosque entero ahí abajo...
Me pongo roja. Odio estos temas de conversación.
—La cosa es que quede bonito —me dice—. Si al final, les da igual cómo sea, lo único que quieren es meterla en algún lado.
—Vale, esta conversación está llegando muy lejos.
—Seré más fina —promete—. ¿Sabes poner un condón?
—Mhm...
—Madre mía, chica. No sabes hacer nada.
—¿Eso no se supone que debe saberlo hacer él?
—A ver, supongo que él sabrá. Pero en caso de emergencia tendrás que ponerlo tú. Mira...
Ella agarra lo primero que pilla, que en este caso es una botella de agua, y se saca del chicle de la boca. Lo agranda y lo pasa por encima de la botella.
—Mira, tienes que dejar aquí este hueco y...
—¿Qué hacéis con mi botella de agua? —pregunta Elliot al acercarse.
—La enseño a poner un condón —le dice Madison tranquilamente, a lo que Elliot me mira de reojo, sentándose.
—No es cierto —aclaro rápidamente.
—Claro que lo es —Madison sonríe—. Tú solo asegúrate de que es la medida adecuada y eso, no queremos que te embarace la primera vez.
Me tapo la cara con las manos. Quiero que me entierren.
—¡Elliot! —Madison suena como si hubiera tenido una gran idea—. ¡Podrías dejarla practicar con la tuya!
—¡Madison! —me alarmo.
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Cuando todo llegue
RomanceTodos odiamos el instituto, eso es un hecho. Pero cuando te llamas Katherine Crawford todo es peor, mucho peor. Si alguien me hubiera dicho que mi primer día en último año iba a ser así de malo, me habría quedado en casa durmiendo. Pero no, como soy...