Capítulo 4

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Estoy nerviosa.

Muy nerviosa.

No estoy segura de si es por Jesse, David, April o por la fiesta en sí, pero lo estoy. Me miro en el espejo otra vez y respiro hondo. Me he puesto mis jeans favoritos con un top rojo. ¿Voy demasiado informal? No, no creo. Todo el mundo va hecho un asco a esas fiestas. Me pongo mis zapatillas —sí, porque yo lo valgo— y me pregunto si me he puesto demasiado maquillaje. Básicamente porque yo no estoy acostumbrada a llevarlo. Me quito las gafas, me pongo las lentillas y cojo mi bolso. David me ha mandado un mensaje —ayer le pasé mi número—.

David: Me aburrooooooooooo.

Sus amigos han acordado verlo en la fiesta, así que me está esperando solo. Sonrío a la pantalla.

David: Si no te das prisa entraré en tu casa.

Mis padres no me dejan salir por la noche. Normas estrictas, supongo. Así que no me queda otra que realizar lo que yo llamo técnica orangután.

Kat: Ni se te ocurra. Ya bajo.

David: La puerta sigue cerrada.

Kat: No usaré la puerta.

Escucho que llega otro mensaje, pero no lo abro. Saco la cabeza por la ventana y veo el coche de David aparcado justo delante mi casa. Él está fuera, apoyado en él. Empiezo a hacer ruidos extraños para llamarlo, pero no se entera, así que termino gritándole. Es un milagro que mis padres no se enteren. Están abajo viendo la televisión con mi hermano. David levanta la cabeza de golpe y me ve. Se acerca a mí con una enorme sonrisa.

—¿Qué haces?

—No puedo salir después de cenar —le digo—. Agarra mi bolso.

—¿Qué?

Pero antes de que pueda reaccionar le lanzo el bolso. Él lo atrapa justo a tiempo y se lo cuelga del brazo. No puedo evitar reírme.

—Te queda genial —aseguro—. Muy masculino.

—Cállate —replica, divertido—. ¿Vas a bajar por ahí?

—Exactamente.

Me siento en el marco de la ventana y me doy la vuelta, de manera que me quedo frente a ella. Bajo un pie hasta llegar a la tubería y el otro hasta el marco de la ventana del despacho vacío de mi padre. Escucho a David diciendo que esto es peligroso. Me agarro con fuerza al marco de la ventana con las manos y me quedo colgando un momento hasta dejarme caer y quedar de pie delante de mi acompañante, que me mira asombrado.

—Creo que acabo de enamorarme.

—Vámonos antes de que nos pillen —le pido.

Me pasa mi bolso y nos metemos en su coche. Con las prisas, me doy cuenta de que me he dejado mi chaqueta. Puñetas, era mi chaqueta favorita. En fin...

—Bonitos zapatos.

Su comentario hace que mire mis demasiado viejas zapatillas blancas.

—Son bonitos —protesto.

—Creo que eres la primera chica que he visto en mi vida llevando zapatillas a una fiesta.

—Perdón por no ser suficientemente femenina —ironizo.

—No —negó con la cabeza—. Me gusta.

Tras eso hay breve silencio que me hace sonreír un poco.

Voy a encender la radio, pero él me interrumpe.

—Por cierto, el viernes hay un concierto de Black Dawn a unas dos horas de aquí —me dice—. Tengo dos entradas y un asiento disponible en el coche.

Cuando todo llegueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora