Capítulo 11

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Me siento como si estuviera cruzando el pasillo de la muerte.

No es que nadie me esté mirando ni nada, pero nunca me había sentido tan sola en el instituto. Mel no me habla —aunque todavía no la he visto— y David todavía no vendrá a clase.

Las primeras horas se me hacen eternas, y a la hora de almorzar estoy a punto de ir con los amigos de David, pero no hay rastro de ellos. Probablemente estén dándose el lote por el césped. Justo cuando doy la vuelta para salir de ahí, me encuentro de frente con Melanie, que me mira con mala cara.

—Hola —saludo, como si nada.

—¿Hola? ¿Eso es todo lo que se te ocurre decir? —me pregunta, frunciendo el ceño.

—Mira, sé que estás enfadada conmigo...

—Muy enfadada.

—...pero, creo que tú mejor que nadie deberías saber que yo no haría eso.

Melanie me observa unos segundos. Siempre lo hace cuando está evaluando la situación. No pone muy buena cara cuando termina.

—¿Por qué no borraste las conversaciones? —pregunta, finalmente.

—Se me olvidó —murmuro, avergonzada.

—Sí, eso suena como tú —me dice, en tono menos calmado.

Levanto la vista, esperanzada. Ella debe notar que lo estoy, porque levanta una mano.

—Esta noche celebro mi cumpleaños —me dice—. Sí, sé que es el viernes, pero hoy es el único día que tendré la casa para mí. Lo hablaremos ahí.

—Pero, ¡mañana tenemos que madrugar, tenemos clase! —frunzo el ceño.

Melanie me ignora completamente y se va a sentar con Jesse y los demás. Yo, por mi parte, salgo de la cafetería y me quedó sentada en las escaleras de la entrada sola, comiendo un sándwich de pollo.

***

—Así que esta noche vas a una fiesta —me dice David.

—Sí —me muerdo el labio—. Deberías venir.

—No creo que esté en forma para aguantar a toda esa gente —sonríe un poco.

Le he llevado los libros de física e inglés. Él los deja sobre el escritorio. Al menos, ya se pasea por casa. Su madre me ha dicho que ya no tiene tanta fiebre, pero que es mejor que no se mueva de casa, ya que fuera hace un montón de frío. De hecho, en la televisión han dicho que nevaría esta noche.

—¿Y por qué se enfadó contigo Mel? —me pregunta, mirando los apuntes que le he hecho.

Con él puedo confiar, no es como si hablara con April, así que se lo cuento:

—Este verano sus padres se divorciaron y ella se deprimió bastante. Además, yo estaba de viaje en esos momentos, así que estaba sola... lo primero que supe es que la habían tenido que ingresar en una clínica por problemas alimenticios.

—¿Por eso está tan delgada? —David me mira, sorprendido.

—Sí. Se suponía que tenía que borrar esas conversaciones, pero se me olvidó —él sonríe, negando con la cabeza—. April me cogió el móvil y lo vio todo. Le faltó tiempo para publicarlo en mi Facebook para que Mel pensara que . Y ahora todo el mundo se está riendo de ella.

—Mel debería saber que no fuiste tú.

—Está demasiado enfadada como para pensar nada —me encojo de hombros—. En fin, debería irme. Una súper fiesta súper divertida y súper entretenida me espera.

Cuando todo llegueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora