Capítulo 24

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Cio... cioc... ci... eh... ciociolatie calte... eh...

El camarero se me queda mirando como si acabara de decirle que unos Aliens invaden la Tierra. David, riendo, le dice:

Cioccolata calda e 3 caffè.

Grazie —dice el camarero, antes de irse a por lo que hemos pedido.

—No tiene gracia —murmuro cuando veo que David sigue riéndose.

—¿Cómo se pueden pronunciar tan mal dos simples palabras? —pregunta, sin dejar de reír.

—¡No sé hablar italiano! ¿Vale?

—Hicimos un curso antes de venir —comenta Elliot, mirando distraídamente a su alrededor—. ¿No te enteraste de nada?

Frunzo el ceño. La verdad es que no.

—Bueno, ¿y por qué no me pides a mí que hable por ti? —me pregunta David.

—¡Porque quiero ser una chica autosuficiente!

—¡Si no puedes pedir ni un café!

—¡Pues le señalaré el dibujito del menú!

Nos pasamos un rato picándonos con eso, hasta que él me sonríe.

—Bueno, ¿sabes cuál es la frase perfecta para ti? Puedes decírsela a cualquier italiano. A cualquiera, de veras.

—¿Cuál?

Scusa, ma ho un ragazzo.

Intento repetirlo, y me sale mejor de lo que esperaba. Cuando el camarero vuelve, me sonríe al darme mi chocolate caliente mientras David, Madison y Elliot recogen sus cafés.

—Scusa, ma ho un ragazzo —le digo, sonriendo.

Él se me queda mirando un momento —debe pensar: ¿por qué siempre me tocan las clientas locas?— y veo que los demás empiezan a reírse a carcajadas. Frunzo el ceño mientras salimos de la cafetería y nos reunimos con los demás en el parque que hay justo al lado.

—¿Qué pasa? —pregunto—. ¿De que reís?

—De nada, Kate —David me pasa un brazo sobre los hombros, riendo—. Lo has hecho muy bien. Ahora, dile eso a todos los chicos que te encuentres.

—¿Por qué? —frunzo el ceño—. ¿Qué significa?

—"Lo siento, tengo novio" —recita Madison, sin dejar de reírse de mí.

Me pongo roja como un tomate y miro a David con la boca abierta. Se está riendo tanto que casi se le derrama el café.

—¡Acabo de decírselo a un desconocido! —le grito, empujándolo, sin que ellos dejen de reírse de mí—. ¡Sois unos idiotas!

Me doy la vuelta muy indignada y me interno entre los demás estudiantes, que los miran con curiosidad. Casi todo el mundo se está sentando en los bancos que hay, pero como yo no encuentro ninguno libre me quedo de pie delante de un perro que se me queda mirando un momento y luego se va correteando.

—Genial, ni los perros me quieren ya —murmuro en voz baja.

—No te enfades —escucho que dice David, acercándose a mí—. Ha sido gracioso.

—Será para ti —frunzo el ceño—. ¿Cómo sería la oración a la inversa?

—Lo mismo, prácticamente.

—Pues ahora quiero que le digas algo así a alguien que pase por aquí.

Él me sonríe. De alguna forma, le estoy diciendo que soy su novia. No sé cómo sentirme sobre eso. Esto está yendo más rápido que Rayo McQueen.

Cuando todo llegueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora