Epílogo

29.3K 2.9K 1.7K
                                    

4 años después

—¡Puñetas!

Mi compañera de habitación levanta bruscamente la cabeza y me mira.

—¿Qué?

—¡Llegamos tarde! —chillo, desesperada.

—¿Cómo? No, no llegamos... ¡oh, MIERDA!

Nos enfundamos las dos a toda velocidad en nuestras batas de graduación mientras salimos corriendo por el campus. No me creo que esté llegando tarde a mi propia graduación. En realidad, sí puedo creérmelo. Soy yo.

Tengo la mala suerte escrita, subrayada y en negrita en la frente.

Los estudiantes se quedan mirándonos fijamente —con togas negras al viento y sujetando el sombrerito ridículo mientras gritamos y corremos— y nos dicen algunas cosas, pero ambas los ignoramos y no nos detenemos hasta llegar a la sala de conferencias. Empezamos a empujar a familiares despistados, que nos miran con sorpresa, y nos colocamos en nuestros respectivos asientos justo a tiempo.

—Estás sudando —me dice el chico de al lado—. Los nervios, ¿no?

—Sí, los nervios, seguro —sonrío, agotada.

La directora de nuestro departamento se pone de pie en el escenario, junto con los demás profesores a ambos lados y abre una lista.

—Bienvenidos todos, padres, amigos, familiares...

Mientras habla, me giro y veo, al fondo de la sala, a mis padres agitando las manos con una enorme sonrisa y a mi hermano bostezando —¿he dicho ya que el puñetero mide casi dos metros? No deja de meterse conmigo desde que pegó el estirón—. Les devuelvo una sonrisa entre nerviosa y eufórica que, por sus caras, supongo que debe ser un poco terrorífica.

Empiezan a llamar a la gente, y recuerdo —como si no lo hubiera sabido hasta ese momento— que mi apellido empieza por la tercera letra del abecedario, y que seré de las primeras

Ay, puñetas.

Mi compañera de habitación está ya de pie en el escenario con su diploma. Y, de pronto, mi nombre retumba en mis oídos, como si fuera el de un desconocido. Se me hiela la sangre mientras me pongo de pie.

No te caigas, por lo que más quieras, no te caigas...

Consigo hacerlo, y me entran ganas de vomitar cuando la directora me sonríe y me entrega mi diploma, junto con un apretón de manos. Oh, Dios, ¿habrá notado lo sudadas que están? Que vergüenza.

Me coloco junto a mis demás compañeros y los demás pasando, y yo me voy calmado poco a poco. De hecho, estoy mentalizándome por mi próximo movimiento. Cuando estamos todos alineados, la directora dice algo que no llego a comprender, y la sala se llena de gritos y risas mientras todos lanzamos nuestros ridículos sombreros al aire.

Unos minutos más tarde, estoy eufórica. Alcanzo por fin a mis padres y a mi hermano. Mi padre está lloriqueando de la emoción, mientras que mi madre parece querer hacerlo, pero se contiene. Ellos me abrazan, mientras que Ty me da una palmadita torpe en la espalda, diciéndome algo tipo um... bien hecho.

Tras lo que parece una oleada de enhorabuenas de mis compañeros de carrera, mis profesores, padres de algunos amigos, esos amigos... conseguimos salir del edificio. Yo me saco bruscamente la toga y la lanzo al aire dramáticamente, pero mi madre termina atrapándola al aire, poniendo los ojos en blanco y cortándome el rollo.

—¿No vas a presentarnos a algún a amigo tuyo? —pregunta papá.

—¡He estado todo el año con ellos, los tengo aburridos! A vosotros no os veo desde hace meses.

Cuando todo llegueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora