Capítulo 29

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—¿Bianca? —pregunto, confusa, respondiendo a la llamada.

Buonasera, querida —me dice, tan tranquila—. ¿Estás ocupada ahora mismo?

—Mhm... bueno, estaba haciendo deberes...

Miro a mi alrededor. Tengo un despliegue de apuntes esparcidos por toda la mesa. En realidad, hace un rato que solo los miro fijamente, preguntándome qué puedo comer para cenar.

—Verás, Emily ha tenido un problema, estamos en el... ¿come si dice? —lo piensa un momento—. Hospital.

—¿Eh hospital? —pregunto, alarmada.

—No es nada grave, Emily tiene que ir al hospital por tan solo un resfriado. Pero ha preguntado por ti varias veces. Mi chiedo... ¿te importaría venir aunque solo sean unos minutos?

—Claro —respondo, sin dudar.

Grazie, tesoro.

Me levanto —la verdad es que estoy en parte contenta de librarme de los apuntes, pero por otra preocupada por Emily— y bajo las escaleras arrastrando conmigo mi enorme abrigo. Mi hermano está luchando con mi perro para recuperar un calcetín apestoso que ha robado. Paso por encima de ellos y voy directa hacia mi padre, que está en la cocina.

—Papi —le sonrío—. ¿Puedo salir?

—Mhm... —me mira, suspicaz—. ¿No tienes que estudiar?

—¿Yo? No, qué va.

Sonrío de nuevo, a lo que él frunce el ceño.

—¿Tu madre lo sabe?

—Sí, sí.

—¿Y te ha dicho que sí?

—Sí, sí.

—Entonces... vale. Pero antes de cenar aquí, ¿eh?

—¡Gracias, papá! —le grito, saliendo de casa.

***

Bajo del autobús medio congelada —¿han pensado en poner una estúpida calefacción ahí dentro alguna vez? Porque yo lo agradecería bastante— y me meto en la puerta de visitas. No hay mucha gente, así que me dicen rápidamente el nombre y subo a la tercera planta, donde están todos los niños. Encontrar su habitación no es demasiado difícil, Jack, el hermano de Emily, está ahí sentado con su padre.

—Hola —me saluda el primero, algo incómodo. El recuerdo de la cena está todavía muy presente.

—Hola —los saludo, con toda confianza—. ¿Tengo que esperar o...?

—Puedes entrar —me indica el señor Walker.

Empujo la puerta lentamente y asomo la cabeza.

Y no, con todo el rollo que ha habido hasta venir, no había caído con el hecho de que me encontraría con David.

Me cruzo con su mirada directamente, cosa que no sé a quién pone más incómodo. Me aclaro la garganta y cierro la puerta. Bianca y Emily dejan de hablar y me miran. Emily lleva una bata azul, pero parece tan sana como siempre. Al verme, esboza una enorme sonrisa.

—¡Katy! —exclama felizmente—. ¡Has venido!

—Voy a por un café —me dice Bianca, guiñándome un ojo, y saliendo de la habitación.

—Pues claro que he venido —le digo a Emily, acercándome e ignorando completamente a su hermano, que sigue de pie a un lado, cruzado de brazos—. ¿Creías que no lo haría?

—Es que como David y tú os habéis divorciado...

Me quedo con cara de idiota unos momentos.

—Eh... —sonrío, incómoda—. ¿Quieres que te lea un cuento o algo?

Cuando todo llegueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora