Capítulo 9

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Tengo una mala sensación cuando llego al instituto esa mañana. Y no sé por qué, quizá porque David está enfermo y no vendrá a clase —le he preguntado cuando he visto que no estaba en clase de historia— y me siento un poco sola en clase, pero tengo la impresión de que va a pasar algo malo.

Mel tampoco ha venido. Al parecer, hay una epidemia de gripe en la ciudad, así que faltan bastantes personas a clase. Me apunto mentalmente que esta tarde debería ir a ver a Mel para ver cómo está.

Sin embargo, no me doy cuenta de cuál es el problema hasta que me dirijo a la cafetería y noto alguien que me da una palmada en el hombro. Casi me caigo de la impresión. Es Jesse.

—¿Qué haces sola? —me pregunta.

Hay algo que nunca he entendido de Jesse, y es esa facilidad que tiene de cambiar de humor. Nunca sé cómo reaccionará. En el cine, me trató como si no le importara, y sin embargo ahora es simpático conmigo.

—Todo el mundo tiene gripe —me encojo de hombros, sin saber muy bien cómo reaccionar.

Jesse me confunde cuando se acerca tanto a mí, qué le vamos a hacer.

—Puedes almorzar con nosotros —sonríe ampliamente—. Vamos, ven.

Y coloca una mano en la nuca para guiarme. Siento que mi cuerpo entero se tensa al instante. ¡Debería avisarme cuando hace esas cosas si no quiere que me muera de la impresión! Él me guía tranquilamente hacia la cafetería mientras yo me siento como si flotara en una nube de pura felicidad.

—April estará contenta, le caes bien.

E ahí mi problema del día.

Me detengo de golpe y él me suelta de la impresión.

—¿Qué?

—¿April estará?

—Claro —parece confundido.

—Um... —piensa una excusa, rápido—. Creo que tengo que... eh... ir con otra... gente.

Él niega rápidamente con la cabeza.

—Vamos, mon amour, podemos almorzar solo tú y yo si quieres.

Te prometo que, si no me estuviera viendo ahora mismo, estaría tendida en el suelo babeando.

—¿De... de verdad? —pregunto, sorprendida.

—Sí, claro.

Y vuelve mi nube de felicidad.

Sigo a Jesse hacia la cafetería con una sonrisa de oreja a oreja. Jesse quiere almorzar conmigo, ¡a solas! ¡No me lo puedo creer! Es el mayor avance desde que me caí sobre él en segundo año y me rompí las gafas.

Agarro una bandeja y empiezo a llenarla con lo que veo más apetecible. Jesse, a mi lado, se sirve solo lo que parece lo suficiente saludable. Por lo que sé, sigue una dieta bastante estricta. Dudo que tenga un gramo de grasa en el cuerpo.

Es tan guapo...

—¿Dónde quieres sentarte?

Lo miro un momento, embobada, y luego señalo cualquier lugar sin siquiera mirarlo. Por suerte, hay una mesa vacía ahí. Lo sigo casi dando saltitos de felicidad y es, justo cuando dejo la bandeja, cuando no sé cómo me tropiezo y choco contra él.

Tierra, trágame.

Gracias a los cielos de la comida en bandeja, él ha dejado la suya y no me ha caído nada encima. De la impresión, él me ha tomado de los hombros y me mira con las cejas levantadas. Yo, en cambio, sigo en mi nube de felicidad.

Cuando todo llegueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora