—Voy a explotar. He comido demasiada pizza.
—No será para tanto.
David mira por encima de nuestras espaldas. Su hermana está al otro lado del cristal del salón, mirándonos con rencor. No la dejan salir de noche, y menos si ha nevado, así que estamos David y yo solos en la parte de atrás del jardín, que por lo visto es mucho más grande de lo que parece. Es un gran jardín con césped recién cortado —al parecer, su padre es un poco maniático del control y le gusta tener todo perfecto—. Hay una piscina en el fondo que en estos momentos está tapada, y al otro lado hay una especie de casita.
—Tu hermana jamás te lo perdonará —le digo.
—Ya se le pasará. Le regalaré alguna cosa.
—Eso es comprarla.
—No te pongas celosa, también puedo comprarte algo a ti.
—Ja, ja, ja —río sarcásticamente.
Él va directo a la casita, que está en lo alto de un árbol bastante grande. Empieza a subir las escaleras tranquilamente, mientras yo intento imitarlo sin matarme en el proceso. Me estoy congelando, así que la cosa se dificulta. Cuando llego arriba, me ofrece una mano y tira de mí.
—Empiezo a entender por qué suspendiste gimnasia —me dice, sonriendo.
—Cállate. Soy cansada por naturaleza.
Él se ríe mientras abre la puerta de madera y entra en la casita. Lo sigo, observando a mi alrededor.
Es una casita pequeña, con estanterías por todas partes llenas de baratijas, juguetes y otras miles de cosas que a cualquier niño le parecerían un tesoro. Por lo demás, solo hay un colchón viejo pero doble y una bombilla colgando del techo. David aprieta un interruptor y se ilumina la pequeña habitación.
—¿Te gusta?
—Me encanta. Solo falta un cartel que ponga la cueva de Dave en la puerta.
—¿Dave? —pregunta, sonriente.
Ups.
Vale, se suponía que ese apodo era solo para mi móvil.
—Me gusta —añade.
Cierra la puerta detrás de mí y pasa la mano por encima de la manta que hay en el colchón, levantando una pequeña capa de polvo que se queda flotando a nuestro alrededor.
—Hacía demasiado tiempo que no venía —me dice, antes de tumbarse, y como no sé qué hacer, hago lo mismo. No me había fijado en que había una claraboya. Ahora mismo tiene los extremos llenos de nieve, pero se ve bien el cielo—. Mi padre y mi abuelo me la hicieron cuando tenía seis años.
—¿Tu abuelo vive aquí?
—Sí, bueno, a una hora de aquí —me sonríe ampliamente—. Si vienes alguna vez a una reunión familiar, te lo pasarás genial.
—A tu familia le encanta estar unida —digo, sin poder fingir la sorpresa.
—¿La tuya no?
—No mucho. Mi madre no se habla con sus hermanos, y no conozco a mis primos. Mi padre no tiene, y mis abuelos murieron antes que naciera, así que solo somos nosotros cuatro.
—Pueden venir —se encoge de hombros.
—No creo que les guste. Mi familia es un poco rara.
—Tú también eres rara.
—Vaya, gracias.
—No lo decía en ese sentido. Lo normal es aburrido.
Lo miro de reojo. No estoy seguro de si me ha hecho un halago. Meto las manos en los enormes bolsillos que me ha dejado su madre —el mío estaba empapado— e intento no pensar en la envidia que me da David por el hecho de que su familia se quiera tanto.
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Cuando todo llegue
RomanceTodos odiamos el instituto, eso es un hecho. Pero cuando te llamas Katherine Crawford todo es peor, mucho peor. Si alguien me hubiera dicho que mi primer día en último año iba a ser así de malo, me habría quedado en casa durmiendo. Pero no, como soy...