Tumbada en el sofá, miro mi móvil con el ceño fruncido.
Dave.
¿Debería llamarlo? ¿O enviarle un mensaje? No. Igual sigue enfadado conmigo. Además, no quiero parecer una desesperada. Porque parecería una desesperada.
—Apártate —me dice mi hermano, intentando hacerse lugar en el sofá.
—No.
—Que te apartes. No me dejas respirar. Te apestan los pies.
—Pues vete al sillón, microbio.
—Vete tú, vieja bruja.
Empezamos a forcejear el uno con el otro hasta que mi padre entra y nos obliga a sentarnos cada uno en un sillón diferente. Papá odia meterse en nuestras peleas, así que se limita a separarnos y a volver a marcharse.
Vuelvo a centrarme en el móvil, donde el nombre de David sigue brillando. Si pudiera, ahora mismo volaría y miraría a escondidas qué está haciendo.
Vale, acabo de convertirme oficialmente en una acosadora.
—¿Ty?
—¿Qué? —me pregunta, mirándome con mala cara.
Mi perro, mientras, ya se ha tumbado en el sofá felizmente.
—¿A ti te gustaría que una chica te llamara cuando estás enfadado con ella?
—Mhm... —mi hermano lo considera un momento—. Depende de por qué me enfadara con ella.
—Solo dímelo.
—Supongo que pensaría que se está arrastrando —entrecierra los ojos hacia mí—. ¿Por qué?
—Por nada.
Vuelvo a quedarme mirando el móvil y, en un acto impulsivo, empiezo a teclear.
Hola... ¿quieres hablar?
No. Empiezo a borrar.
Sé que estás enfadado conmigo, pero...
Definitivamente, no.
David, creo que me equivoqué y...
La pantalla se vuelve negra de repente y del susto lanzo el móvil al aire. Entonces, una musiquita familiar empieza a llenar la habitación. Una música que solo puedo asociar con una persona, porque es una canción de mi grupo favorito, y solo una persona concreta se la pondría de tono de llamada.
Empiezo a hiperventilar cuando veo el nombre de Dave en el móvil. ¿Debería responder?
Esperaré un poco.
Me empiezo a morder las uñas y escupo al darme cuenta de que las tengo pintadas de negro. Después, lentamente, respondo.
—¿S-sí?
—¿Estás lista? —pregunta él alegremente al otro lado de la línea.
—¿Para qué?
—Supongo que eso es un no.
Mi hermano y mi perro me miran con suspicacia cuando salgo del salón y subo las escaleras a toda velocidad. Me encierro en mi habitación. El corazón me va a mil.
—¿No te acuerdas del concierto, Kate? —pregunta, divertido.
—¿Concierto?
—Nuestro grupo favorito. Reacciona.
Parpadeo un momento. ¡El concierto!
—¿Es hoy? —pregunto, alarmada, olvidándome por completo de la situación.
ESTÁS LEYENDO
Cuando todo llegue
RomanceTodos odiamos el instituto, eso es un hecho. Pero cuando te llamas Katherine Crawford todo es peor, mucho peor. Si alguien me hubiera dicho que mi primer día en último año iba a ser así de malo, me habría quedado en casa durmiendo. Pero no, como soy...