CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

329 41 165
                                    

Survivor. 2WEI.

Se estira como un gato en su asiento, con las manos detrás de la nuca y una amplia sonrisa. Ha apoyado mi cerveza sobre la mesa y se ha despatarrado frente a nosotros como si le perteneciera todo lo que ven sus ojos. Anne y WD están boquiabiertos, como yo, y este último tira de su camisa para que deje de llamar la atención. En cuanto centro un poco más la mirada descubro que una gran marca de color rojo oscuro recorre su rostro. No parece abultada, como mis cicatrices, y es recta y fina. Baja desde el inicio de su ceja izquierda hasta su moflete derecho, retorciéndole un poco la expresión.

El chico que firmó la carta me mira como si esperara una sonrisa por mi parte, una risa quizás, y que le diera un trago a la cerveza. No pienso beber de la misma jarra que un desconocido y mucho menos sin saber lo que le ha podido meter dentro antes de plantarla delante de mis narices. Su actitud no encaja con la letra apresurada y temerosa de la carta. Este chico, Aleck, no parece necesitar nuestra ayuda.

A la ardilla de los cielos:

Espero que Timmy te haga llegar esta carta o habré desperdiciado tiempo y dinero para nada. He oído hablar de ti y de tu circo, de lo que hacéis, de quiénes sois. Nadie entenderá mi situación mejor que vosotros.

Me llamo Aleck y he sido un esclavo desde que me trajeron a este país desde África. Vine en un barco, el Clotilda, junto con mi tía, pero le perdí la pista en cuanto desembarcamos. Me compró un hombre que me trajo hasta Boston y me mantuvo como esclavo durante diez años, aunque la ley abolicionista llevara más de veinte años en vigor. Logré escapar y he vivido aquí desde entonces. He aprendido a leer y escribir por puro empeño y lo lamento si encuentras errores en esta carta.

He oído que mi tía es libre y se ha casado. Ella y su marido quieren reunir el dinero suficiente para volver a África. Yo tengo cuentas pendientes con varios blancos de aquí y necesito reencontrarme con mi familia. Sé por experiencia que a ningún revisor le hará gracia encontrarse a alguien como yo en un tren y estoy demasiado débil para colarme debajo de un vagón y agarrarme al metal durante horas sin temer a la caída.

Sé que estáis de gira, que acabáis de comenzar. Tendréis que bajar al sur más pronto que tarde. No me quedan dinero ni fuerzas para huir por mi cuenta. Necesito volver a ver a mi familia y sois los únicos que podéis ayudarme. Sois mi tabla en el océano.

Por favor, te ruego que te pongas en contacto conmigo de la mejor manera que puedas. Te estaré esperando en The Warren Tavern, la taberna más concurrida de toda la ciudad. Si eres realmente un espíritu, rezaré porque aparezcas y me concedas un milagro. Eres mi esperanza, ardilla.

Atentamente y entregándote mis últimos ánimos: Aleck.

—¿Por qué nos has llamado? —pregunta WD, visiblemente turbado con la actitud del nuevo.

—Técnicamente a ti no te he llamado, fortachón —responde Aleck. Después me señala a mí y me guiña un ojo—. A quien he hecho llamar es a la ardilla de los cielos. Eres tú, ¿no es así?

Asiento y frunzo el ceño. Lo miro de hito en hito. No parece débil a pesar de su delgadez. Tiene color en las mejillas y la cara lavada. Lleva el pelo ligeramente peinado y ha reunido las fuerzas suficientes para sostener tres jarras repletas de cerveza.

—No me gustan los mentirosos, Aleck —siseo. Cruzo los dedos por debajo de la mesa con la esperanza de que esto no sea otra estratagema más a la que he arrastrado a otras dos personas que me importan—. No pareces estar en las últimas.

AmbulanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora