CAPÍTULO CINCO

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Whatever It Takes. Imagine Dragons.

—Cierra los ojos.

Mi primer instinto, sin embargo, es darme la vuelta para enfrentarme al dueño de la voz. Las manos cerradas en puños y las rodillas flexionadas, listas para huir. Anne, con la decepción pintada en la cara, suspira y menea la cabeza.

Chasquea la lengua y se acerca hacia mí con un objeto envuelto en papel de periódico en las manos.

—Sabes, cuando alguien te dice que cierres los ojos, generalmente es para darte una sorpresa—se queja.

Me muerdo la lengua para no responder con alguna mala anécdota de la que luego me arrepentiré.

—No me gustan las sorpresas.

Anne me ha hecho llamar a su tienda, donde todo está como la última vez que entré, salvo por la notable ausencia de Joey hablando sin parar. Me he presentado nada más acabar el desayuno, con el miedo de que quisiera darme alguna mala noticia. Esta noche será mi primera actuación y lo último que quiero es desconcentrarme.

La trapecista me señala el biombo con la cabeza. Frunzo el ceño y me dirijo hacia las tres láminas de papel. En cuanto estoy detrás de ellas se me ponen los pelos de punta, recordándome la sesión de vestuario que tuve hace unos días. Me comienzan a temblar las penas y ahogo las ganas de salir de detrás del biombo cuando Anne no mire.

—Tengo un regalo para ti—me dice desde el otro lado. Su mano aparece por encima del biombo y me tiende el paquete envuelto en periódicos.

—Te he dicho que no me gustan las sorpresas.

—Cállate y póntelo—refunfuña—, que sin esto no vas a poder actuar esta noche.

Se me cambia la cara por completo. Si Anne pudiera verme ahora mismo, seguramente se reiría como no se ha reído en semanas. Si sigo sonriendo como lo hago, me darán calambres en las mejillas.

Desenvuelvo el paquete con manos nerviosas y extiendo su contenido con los brazos estirados. Tengo delante de mí mi traje de actuación, con todos y cada uno de los arreglos que Anne pidió que se hicieran.

—Anne, viene con una nota—digo al ver el pedazo de papel que se ha caído al suelo mientras desenvolvía el traje.

Se la entrego por encima del biombo y comienzo a cambiarme de ropa. Hago todo lo que puedo por no dejar que los nervios me traicionen. Me cambio rápido, sin mirarme el cuerpo y tratando de que mi piel pase el menor tiempo posible a la luz. Mientras lo hago —porque la tela es elástica y me cuesta más de lo que pensaba meter la pierna izquierda por la pernera—, Anne me lee la nota.

—Para la nueva ardilla de los cielos—comienza tras un carraspeo—: Nunca habías sonado tan emocionada con un traje, Wheeler, y debo reconocer que he disfrutado haciendo todos los arreglos que me has pedido. Espero recibir, junto con el dinero, una entrada para la nueva actuación del Circo Barnum. Mi hija está deseando conocer a vuestra ardilla. Y dile a Carlyle que tenemos que hablar de los trajes de los tragafuegos, que todavía no hago maravillas con tela barata.

Termino de meter los brazos por las mangas y me abrocho la cremallera del costado.

—Es de la costurera que nos hace los trajes—me explica la trapecista cuando termina de leer—. No es la persona más agradable del mundo, pero nos hace buenos precios a cambio de que su hija pueda venir a ver los espectáculos de vez en cuando—asomo la cabeza por fuera del biombo para ver a Anne arrugar la nota con el rostro indiferente—. Firmado: L. M.

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