CAPÍTULO VEINTITRÉS

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King Is Born. Aloe Blacc.

GAEL

—¿Quieres dejarme en paz, por favor? —siseo entre dientes en un tono que no debería dejar espacio a réplica— Solo para el desayuno, Philip.

—¡No! No puedo, Gael. Mira, entiendo que hace mucho que no practicas el número, pero te recuerdo que trabajas para mí—insiste Philip, que me persigue por la mesa en la que el resto de los artistas tratan de desayunar sin escuchar nuestra conversación—. Y tienes que sobreponerte a tus sentimientos o...

Sin saberlo, Philip presiona el botón mental que me hace regresar a mi vida en las calles, donde sobrevivía únicamente con mi instinto. Lo fulmino en una mirada cargada de odio y, soltando mi tazón de leche tan fuerte contra la mesa que lo rompo, cojo al maestro de ceremonias por la pechera y lo saco a rastras del comedor. Philip, que se queda petrificado al verme, me sigue sin atreverse siquiera a tragar saliva, no vaya a ser que le corte el cuello.

Una vez salimos del comedor y nos alejamos de la atenta mirada del circo más entrometido que he conocido en mi vida, lo estampo contra la pared del edificio de las duchas. Suelto su camisa pero no me separo ni un centímetro de él, quiero que se asegure de que no voy de farol. Además, las distancias con el enemigo nunca me han supuesto ningún problema.

—Para haber pasado tanto tiempo en el circo, pareces olvidar lo peligrosos que podemos ser algunos de nosotros—siseo mirándolo a los ojos.

Por suerte, Aiden no se ha presentado al desayuno y no ha presenciado mi numerito desquiciado. De haber sido así, Philip podría darse por muerto.

Levanta las manos para asegurarme que no quiere hacerme daño, aunque sé que tampoco se atrevería.

—Lo-lo siento, Gael. He utilizado mal las palabras, pero...

—¡Ni se te ocurra volver a rendirme a mí cuentas de sentimientos! —exclamo señalándolo con el dedo índice— ¿Queda claro?

Me trago el orgullo y se me forma un nudo en la garganta. Tan rápido como me invade la rabia, se aleja con marea baja. Me deja con las lágrimas apretadas contra los labios.

—Sí, queda claro—suspira él—. Perdón. A Ciro no ha debido de sentarle bien que haya dicho eso.

¿Estaba Ciro en el desayuno? Sí, creo que sí. Seguramente esperando que me sentara a su lado con una tostada de mermelada de fresa untada para mí. Ni siquiera recuerdo haberle saludado esta mañana. Es todo culpa de Philip, que no me ha dado ni un respiro desde que me he despertado.

—No hablo de Ciro—me adelanto antes de que el maestro de ceremonias tenga oportunidad de escabullirse—. Él y yo estamos bien. Hablo de mí. A mí no me vuelvas a sacar el tema de Aiden, ¿vale?

Philip recupera su puesto como jefe del circo y arquea la espalda mientras se coloca el cuello de la camisa.

—Entiendo. Sé que puede ser peliagudo después de todo lo que ha pasado, pero—vacila. Lo veo en sus ojos. Sabe algo que yo no sé y que no piensa contarme. Ya me empieza a picar la curiosidad—, pero tienes que hacer el número. Erais las estrellas del circo y las ganancias aumentaron desde que os juntamos. Si reaparecéis ahora, seréis inolvidables.

—Yo no quiero ser inolvidable.

—Eso no depende de ti, Gael.

AIDEN

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