Capítulo 1. La mansión Cameron

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𝓒uando llegué al sitio me quedé impresionada

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𝓒uando llegué al sitio me quedé impresionada. De verdad era una mansión, una enorme casa de color blanco con jardín.

Con una leve sonrisa miré a mi alrededor mientras avanzaba hacia la puerta. Una vez allí, respiré hondo para quitarme los nervios —en vano, porque la timidez era demasiado fuerte en mí— y toqué.

Al principio no parecía haber nadie, pues no obtuve respuesta, pero después de tocar de nuevo oí una voz femenina gritar:

—¡Por el amor de Dios, Jenkins, haz algo por la patria y abre la puñetera puerta!

—Como si le debiera algo a la puta patria. —Oí una voz conocida farfullando. Debía de ser la persona con la que había hablado por teléfono.

Cuando abrió la puerta descubrí que era un muchacho muy alto —o quizá solo me lo parecía a mí por medir 1,55—, con los ojos de color gris oscuro, como los míos, y somnolientos, subrayados por unas profundas ojeras. Tenía el cabello corto y de un color rubio muy claro, mezclado con mechones cenicientos, sin peinar. Su piel pálida hacía que las profundas ojeras que tenía y la sombra de su barba afeitada destacaran mucho. Llevaba una camiseta blanca que le quedaba grande, unos vaqueros azul claro y estaba descalzo.

Me miró con el ceño fruncido.

—¿Quién eres?

—Victoria Carter, creo que ha...

—¿Tú? —Me interrumpió, agudizando más aquel gesto en su cara— No pareces universitaria.

—Esto... bueno, aún no lo soy, pero acabo de llegar a la ciudad y me estaba quedando en la residencia de la TPU mientras encontraba dónde vivir.

—¿Qué edad tienes?

—Dieciséis, pero...

Me quedé callada cuando su gesto se suavizó, pero solo porque le sobrevino la sorpresa. Mis nervios estaban ganando la batalla.

Sin dejar de mirarme, giró un poco la cabeza hacia atrás.

—¡Peter, baja!

—¿Has abierto la...? —preguntó un chico que apareció en lo alto de las escaleras.

—Se me olvidó decirte que habían llamado por el anuncio y... aquí está.

El otro chico bajó y se acercó a la puerta, poniéndose al lado del rubio despeinado.

Él tenía el cabello castaño oscuro y corto, y su piel también era pálida, pero menos que la del rubio, y tenía la nariz torcida. Era alto, pero no tanto como el otro chico. Llevaba una sudadera, unos vaqueros oscuros y unas Converse.

—¿Cómo que aquí está? —inquirió al mirarme con sus ojos verdes— Si es una niña.

—Sí, ya. Eso no lo podía ver a través del teléfono, como comprenderás.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora