Capítulo 3. Nuevas amistades

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Empecé una rutina: Alison me llevaba al instituto y aprovechábamos para conocernos, de clase me iba a la biblioteca o a Territorio Neutral y hablaba con Anne por el camino, luego volvía a casa y llamaba a mis padres, me duchaba, ayudaba con la cen...

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Empecé una rutina: Alison me llevaba al instituto y aprovechábamos para conocernos, de clase me iba a la biblioteca o a Territorio Neutral y hablaba con Anne por el camino, luego volvía a casa y llamaba a mis padres, me duchaba, ayudaba con la cena, comía con Peter y Alison y me iba a dormir.

Jacob no había vuelto a cenar con nosotros y me miraba con mala cara siempre que nos cruzábamos en algún sitio de la casa. Alison me había dicho que ella se había ido de casa en cuanto cumplió la mayoría de edad porque no lo soportaba más, no se llevaba bien con sus padres. Peter simplemente quería sentirse libre, aunque decía que lo había conseguido a medias. Me preguntaba por qué. ¿Tan difícil era para ellos irse a otra ciudad? Podían vender la casa y vivir en un piso de alquiler... quizá esa idea no era preferible a la situación en la que vivían actualmente.

En el instituto no conseguí hacer amigos, todo el mundo iba a su aire y algunos hasta parecían unos lunáticos que no querían ni acercárseme. Ni que yo fuese una psicópata o algo así... Intenté no sentirme muy mal por ello, al fin y al cabo, seguía teniendo a Anne aunque estuviese lejos y vivía con tres personas de las cuales dos se habían portado muy bien conmigo. Quizá podríamos ser amigos después de un tiempo compartiendo casa.

Tras tres semanas de estar allí ya me sentía más integrada en la "familia", así que volví a casa antes y me atreví a sentarme a leer en un sillón del salón, donde Jacob presidía desde el sofá con un mando de la PlayStation 3. No era el mejor lugar para leer, claro, porque lo que menos había allí era silencio; pero lo importante de aquella acción mía no era leer, sino intentar hacerme amiga suya o, al menos, hacer que no me odiase.

—¡Muere, hijo de puta! —gritó mientras intentaba matar un zombi, pero este lo acabó atacando y matando— ¡Joder, hostia!

Fingí no prestarle atención, pero no funcionó en absoluto.

—¿Qué haces aquí?

—Leer.

—¿No tienes una habitación para eso?

—Sí, igual que tú.

Vale, hasta ese momento estaba siendo valiente en lugar de dejarme vencer por los nervios.

—Muy graciosa. Pírate, no quiero público.

—¿No te gusta que te vean perder? —dije casi riéndome. Mal hecho, porque Jacob se puso de pie y me miró con cara de muy pocos amigos.

—Mira, puede que a Peter y a Alison les caigas bien, pero a mí sólo me pareces una niñita que no sabe nada de la vida y viene aquí a tocarme los cojones.

—¡Eso no es cierto! —exclamé, soltando mi libro y poniéndome también de pie— ¡Sólo vine a intentar llevarme bien contigo, pero lo haces imposible!

—¡Yo lo hago imposible! Normal que no tengas amigos si crees que picándolos y molestándoles es como se hacen amistades.

—¡¿Tú qué sabrás?! ¡Si eres un antipático! ¡Además, tengo una amiga muy buena y es mejor no tener amigos que tener a uno como tú! ¡Encima no colaboras con Alison y Peter, que son los tuyos!

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora