Capítulo 23. Solos en la multitud

26 3 2
                                    

La situación era más grave de lo que pensaba y a pesar del calmante, gracias al cual había dormitado a ratos, cuando me dijeron que me tenían que meter en quirófano y pedir el consentimiento de mis padres sentí como si me hubiesen arrojado un cubo...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La situación era más grave de lo que pensaba y a pesar del calmante, gracias al cual había dormitado a ratos, cuando me dijeron que me tenían que meter en quirófano y pedir el consentimiento de mis padres sentí como si me hubiesen arrojado un cubo de agua por encima, sacándome por completo de la nube en la que los analgésicos me habían metido.

Por fortuna, el médico seguía sin poder hablar sobre vampiros con alguien que estaba fuera de la ciudad, así que había inventado que me había herido al intentar evitar una caída apoyándome en la pared. Mis padres habían querido hablar conmigo y fue un alivio, porque mi padre consiguió calmarme un poco por el tema de la operación.

—No te preocupes, cariño. No es una intervención grave y, para cuando quieras darte cuenta, ya estarás en la habitación.

Lo malo había sido cuando me habían preguntado si quería que viniesen desde Wichita Falls, pero me apresuré a decirles que no hacía falta, que era muy tarde para eso y que yo estaría bien. También les comuniqué que estaba bien acompañada por mis amigos y que podrían comunicarse con ellos en cualquier momento. Después de todo, tenían sus números de teléfono.

Cuando colgué, tan solo con el paso de los minutos volví a ponerme nerviosa. Jacob y Peter, que me estaban acompañando mientras esperaba a que me viniesen a buscar para ir al quirófano, me vieron tan preocupada que me dieron una tregua y dejaron la bronca que sabía que me iba a caer para más tarde.

—Es extraño... —dije, aún aturdida por el efecto del calmante, mientras miraba hacia el pasillo.

—¿El qué? —preguntó Jacob, que estaba repantingado en una silla.

—La gente. Parece más asustada y apurada por la calle que en un hospital...

Jacob no respondió, fue Peter quien tomó el relevo en la conversación.

—Eso es lo normal en Morganville, Vic. El hospital es, en cierto modo, un lugar seguro. Hay una regla no escrita de no atacar a los humanos aquí dentro... como una especie de armisticio.

—Oh... no lo sabía.

La gente en Morganville iba con prisas por la calle y no había entendido por qué hasta que supe lo que se cocía en aquella ciudad. No me había dado cuenta, hasta entonces, de que no solo parecían ir con apuro, sino que además parecían huir de algo.

Pero nada me explicaba por qué algunos me miraban con susto a mí, ni siquiera era oriunda del lugar, ¿por qué me tenían miedo?

—¿Por qué la gente se asusta de mí?

—¿Qué? —inquirió Jacob y, cuando lo miré, vi que se había inclinado hacia adelante y ahora dejaba caer sus brazos desde sus rodillas.

—La gente... se asusta de mí. No toda, solo... alguna. Me miran, luego apartan la mirada y se van aún más deprisa.

Jacob frunció el ceño y miró a Peter, que se encogió de hombros.

—Será cosa de la medicación.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora