Capítulo 27. Las pesadillas se vuelven realidad

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"¿Por qué quieres hacer una fiesta de pijamas conmigo

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"¿Por qué quieres hacer una fiesta de pijamas conmigo...?" y otras preguntas más que hice y no obtuvieron respuesta, salvo "no hablemos ahora, ¿sí?".

Para cuando llegué a la casa de Petra —sencilla, pero bonita— ya me daba igual no haber cenado, porque tenía el estómago revuelto y cero apetito, además de la certeza de que si probaba bocado lo expulsaría más pronto que tarde.

Mis temores aumentaron cuando, tras entrar en la casa, Petra me condujo al salón y vi a Elliot sentado en el sofá.

—Hola, Victoria —dijo, poniéndose de pie y acercándose a mí.

Solo pude retroceder un paso antes de toparme con Petra, que ni se movió.

—No tengas miedo, pequeña. No voy a hacerte daño... otra vez. Solo quería participar en la fiesta de pijamas, ¿siguen siendo tan reacios a que haya chicos en las fiestas de chicas?

Apreté los labios por la tensión mientras se me encogía el estómago.

—Por supuesto, nada de juegos sexuales ni alcohol. Pero tengo un poco de sed.

Miré hacia atrás en busca de un apoyo que en realidad sabía que Petra no me daría y vi que se retiraba a otro lado.

—No pueden hacer esto... tengo una protectora, no puedes...

Elliot me calló chistándome y poniendo un dedo sobre mis labios. ¿Por qué nunca se quitaba los guantes? ¿Escondía algo bajo ellos?

—No hagas esto, Victoria, no estropees este momento. Te estoy tratando bien, ¿no? Si te comportas no te haré daño.

—No te creo —dije mientras daba unos pasos atrás ahora que Petra ya no estaba—. Eres despreciable.

Después de una mirada de profunda indiferencia, sentí que el borrón en el que Elliot se había convertido me agarraba por el cuello y me llevaba hasta la pared del vestíbulo que tenía detrás. Apreté los dientes, pues el golpe había sido fuerte, pero no tanto como para hacerme demasiado daño.

Sin embargo, a pesar de aquel gesto violento, el vampiro no parecía enfadado. De hecho, tenía más aspecto de estar divirtiendo que de haberse molestado por mi insulto.

—Victoria... incapaz de enfrentarse a los hostigadores de instituto y mírala aquí, intentando plantarle cara a un vampiro cuadragenario. Eres adorable —dijo colocando una de sus manos en mi mejilla. Yo no podía evitar mirarlo fijamente, con cautela, evitando sus ojos—. Igual de adorable que la pequeña Dawn... —Añadió fingiendo sentir pena.

Apreté los dientes de la rabia y le golpeé el pecho una y otra vez con el puño derecho.

Elliot dejó que lo hiciera un rato y luego me sujetó el antebrazo, me dio la vuelta y me atrapó contra su pecho como si quisiera abrazarme.

—No importa cuánto me insultes ni cuanto me golpees, Victoria —murmuró cerca de mi oído, con la mejilla apoyada en mi cabeza—. Me encanta cuando se resisten. Es más divertido.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora