Capítulo 16. Todos caeremos

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Al salir del hospital hablé con mis padres, que como no habían podido hablar conmigo la noche anterior estaban nerviosos

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Al salir del hospital hablé con mis padres, que como no habían podido hablar conmigo la noche anterior estaban nerviosos. Les pedí disculpas por haberlos preocupado y después de compartir unas cuantas palabras más entre las que me quitaron la culpa de todo, colgué y llamé a Anne. Ella no sabía nada y cuando le expliqué que me había caído y por eso no había contestado a sus mensajes se puso como loca preguntando si me encontraba bien y exclamando que tenía que ir con más cuidado.

—¡Si quieres que vaya ahí, voy!

—¡No! —exclamé de forma tan automática que a mi cerebro no le dio tiempo a pensar que aquella era una muy mala idea. Tuve que pensar rápidamente una excusa que, por suerte, funcionó y las aguas volvieron a su cauce.

Cuando me bajé del coche de Alison, conducido por Peter, vi que Jacob estaba esperando fuera de la casa con un cigarro en la mano. Sin embargo, enseguida lo apagó y, sin esperar a que llegase hasta él, corrió hacia mí y me abrazó.

Tuve que girar rápidamente la cabeza para no tener la herida pegada a su pecho, pero acepté de buena gana el abrazo y se lo devolví; aunque no con la misma intensidad porque él podía usar mucha más fuerza que yo.

—M... as... respirar.

—Perdona —dijo mientras se separaba de mí y me miraba—, ¿cómo estás?

—Mejor... no quería, pero me han dado un calmante en el hospital antes de quitarme la vía.

—Ahora tienes que descansar, vamos —dijo llevándome hacia la casa con un brazo tras mi espalda y sujetándome un antebrazo suavemente con la otra mano, como si no pudiese caminar sola...—. Peter me dijo que tenías que guardar cama tres días.

—Me voy a aburrir como una ostra...

—No, señorita, de eso nos encargaremos nosotros —dijo Alison cuando llegué a la puerta.

—Bueno... vale. Pero primero... tenemos que hablar todos.

—¿Qué? —inquirió Jacob— ¿Hablar de qué?

—Vamos al salón primero...

El trayecto a la estancia en cuestión se me hizo más rápido que de costumbre y cuando me senté en el sofá me arrepentí de haber dicho que teníamos que hablar. No me importaba que Jacob se enfadase conmigo por no haberle contado las cosas antes, lo que me preocupaba era que reaccionara mal y volviese a encerrarse en sí mismo.

Que volviese a caer en el pozo de la depresión. No es que se hubiese curado de la noche a la mañana, pero todos habíamos visto que estaba mejor.

Suspiré para empezar a hablar, pero Peter se me adelantó.

—¿Te acuerdas de la denuncia?

—Como para olvidarme.

—El policía que la trajo era Elliot.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora