Capítulo 20. No todos son iguales

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Me había pasado todo el día paseando con Susan y al final de la tarde, antes de regresar a casa, fuimos a comprar unas serpentinas, gorritos y matasuegras para celebrar el fin de año

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Me había pasado todo el día paseando con Susan y al final de la tarde, antes de regresar a casa, fuimos a comprar unas serpentinas, gorritos y matasuegras para celebrar el fin de año. Me habría gustado pasar el día las tres juntas con nuestra madre, pero lo cierto es que aún seguía enfadada con ella. La Nochebuena y el día de Navidad habían sido un poco raros, aunque le había dado una pequeña tregua, pero aunque me moría de ganas de volver a la normalidad y recuperar la relación entre ella y yo no podía.

Lo que había hecho mi madre no tenía nombre, un acto tan egoísta que aún me costaba creerlo, y por eso no era capaz de perdonarla aunque quisiera. Era como si yo la estuviera castigando a ella.

Apenas acababa de anochecer cuando subí a mi habitación para buscar unas cosas para jugar con Susie. Cuando ya las tenía y me iba a marchar, primero sentí un escalofrío... y después, oí los golpes en la ventana. Casi solté un grito cuando me di la vuelta y lo vi allí, encaramado a la pared como si fuese una araña.

Menos mal que no podía entrar sin permiso.

Con una mano en el pecho por el susto me acerqué a la ventana.

—¿Qué mierdas haces ahí? Lárgate —dije mientras abría, procurando no ponerme a su alcance.

—¿Y esa hostilidad? Ya sé que no he aparecido en un tiempo, pero...

—No te molestes en poner excusas. Sé que eres un vampiro.

La sorpresa fue evidente.

—¿Cómo lo sabes?

—Desde que te conocí vi que tu aura era diferente a la del resto y luego supe que los vampiros existen.

—¿Un aura...?

—Soy una bruja.

El vampiro volvió a mostrar asombro.

—Vaya... jamás me lo habría esperado. No sabía que las brujas existían.

—Pues existimos. Ahora vete.

—¿Solo porque no soy humano? Eso es muy racista.

—No me vengas con esas.

—Oh, venga ya. ¿Crees que nos volvemos malas automáticamente cuando nos convertimos?

—Beben sangre humana.

—Y tú comes animales, pero eso no te convierte en mala persona, ¿no?

Fruncí el ceño.

—No es lo mismo.

—Ya, claro —bufó, molesto—. Y yo que pensaba que serías diferente... pero solo eres una hipócrita más.

Se dio la vuelta y saltó hacia abajo. Pero algo en mi interior se revolvió, producto del sentimiento de culpabilidad, y grité.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora