Capítulo 9. Vivir con miedo

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Alison tenía razón

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Alison tenía razón. Desde que sabía que Morganville era una ciudad tan peligrosa me sentía en una bajada de vértigo continua.

Tenía miedo de salir, pero debía ir a clase y, aunque me estaba haciendo la fuerte para que nadie de la casa se preocupara, sentía que estaba llegando a mi propia explosión.

Ni siquiera me atrevía a volver a Territorio Neutral a pesar de que mis nuevos amigos me habían dicho que la cafetería se llamaba así porque, literalmente, era un sitio neutral en el que no podía haber ninguna clase de conflicto o pelea; ya fuese entre vampiros, humanos o vampiros y humanos.

Lo peor de todo fue cuando llevaba días sin llamar a mis padres o a Anne, porque temía que al oírme hablar se diesen cuenta de que algo no iba bien, y fueron ellos mismos los que lo hicieron.

—Hola, Carter —Me saludó mi padre—. Mira, le he dicho a tu madre que seguro que has estado ocupada y está bien que no nos llames todos los días, pero ella no lo entiende. Aún no se acostumbra a que no estés aquí y es normal, así que cuando ella se ponga, si la notas enfadada no se lo tengas en cuenta.

Fue peor de lo que pensaba. Después de llamar a mi madre para que fuese a ponerse al teléfono, ella parecía estarse controlando para no sucumbir a la histeria.

Primero me increpó, preguntándome por qué no la había llamado en toda la semana, y después me regañó diciendo que yo no era así, que por qué estaba haciendo así las cosas. Que si iba a tener que llevarme de regreso a casa —lo cual llegué a plantearme seriamente por un momento, mientras ella seguía echándome la bronca— porque no me estaba comportando bien.

—¿Y si te pasa algo y no me entero de ello?

Aguanté todo, absolutamente todo lo que me dijo, incluso que lanzase sospechas de que mis compañeros de casa me estaban malinfluenciando, hasta que me soltó:

—No me gusta lo irresponsable que te has vuelto, tú antes no eras así.

—¿Irresponsable? —repetí, creyendo que estaba fuera de mis casillas mientras apretaba con fuerza el teléfono móvil. Estaba tan frustrada que, al principio, las palabras no me salían. Pero, cuando arranqué, casi no pude parar— ¿Por no llamar unos días? Tengo diecisiete años, estar viviendo por mi cuenta ha sido maravilloso porque no te tenía a ti preocupándome a cada momento con cosas de las que no tendría que preocuparme solo porque tú siempre me has metido el miedo en el cuerpo. ¡¿Y dices que soy una irresponsable?! Estoy estudiando, haciendo deberes, yendo a clase, haciendo cosas de la casa, yendo a comprar y viviendo un poco lo que viven las chicas de mi edad. Estoy agobiada con el instituto, así que ¡perdona por no hacerte una llamada cada día de la semana! ¡También me podrías haber llamado tú o mandado un mensaje! ¡El caso es que estoy harta de tener que llamarte para que siempre refuerces mi inseguridad y me des miedo a vivir!

Esperaba que, tras guardar silencio, ella empezase a gritarme de vuelta. Pero no fue así. Toda la frustración acumulada se desvaneció de repente para dejar paso a la preocupación.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora