Capítulo 17. Las piezas que encajan

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Estaba enfadada

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Estaba enfadada. No, enfadada no, estaba furiosa. Mi madre me había mentido y al final lo único bueno que aquella mudanza estúpida me había traído había sido la amistad de Victoria, lo cual era genial, pero con todo lo demás siendo una mierda resultaba difícil pensar en positivo.

Incluso aquella experiencia pensé que había sido buena.

Había sucedido antes de que Victoria yo nos hiciésemos amigas, cuando aún no éramos más que compañeras de clase. Me entretuve demasiado tiempo en la biblioteca del instituto y, para cuando salí, ya era de noche.

Entonces me crucé con ese chico, un pelirrojo de piel realmente pálida y bastante más alto que yo. Vestía con vaqueros y una chupa de cuero y parecía agradable, aunque yo no era como mi madre y no me dejaba engatusar tan fácilmente.

Bueno, más que cruzarme, él apareció por detrás y me dio un buen susto. No grité de milagro, pero sí que di un respingo del susto. En ese momento me extrañó que no lo hubiese oído llegar, pero después de mi conversación con Victoria algunas cosas encajaron.

—Un poco tarde para estar en el instituto, ¿no crees? Juraría que te estás muriendo de frío. —Fue lo que dijo sin previo aviso.

Yo me giré hacia él y retrocedí unos pasos. Mi madre me había hecho demasiado precavida, no solo por su experiencia con el hombre, sino porque siempre me había repetido que tuviese cuidado con los desconocidos y me hacía llevar espray de pimienta a todas partes. Y eso no era todo, sino que el chico tenía un aura muy extraño a su alrededor... nunca antes lo había visto, pero me daba muy malas vibraciones. Me preguntaba si mi madre sentiría lo mismo.

—Bueno... sí, un poco tarde sí que es... —respondí, colocándome mejor la mochila sobre los hombros— Hace un poco de frío y... no ha sido muy inteligente por mi parte salir así de casa, no —Miré a mi alrededor y decidí pedirle ayuda—. Creo... que estoy un poco perdida, ¿podrías decirme por dónde se sale?

El chico sonrió, se quitó la chupa y se acercó a mí para ponérmela por encima de los hombros. Luego, sin soltarme, empezó a conducirme hacia la salida.

—Se nota que eres nueva, este campus no es tan grande como para perderse —dijo por el camino.

—Parte de culpa la tiene el echar a andar sin fijarme por dónde iba.

—Te acompaño a tu casa, así no pasas frío durante el camino de vuelta y me devuelves la chupa cuando lleguemos.

—No hace falta que te molestes, pero... gracias, por esto también —dije señalando la chupa—. Por cierto, me llamo Roxanne, encantada... —Me presenté dejando la frase en el aire, esperando a que él se presentara.

—Yo soy Mavin Cartaigh, es un gusto. Y no te preocupes, no tengo nada que hacer y no me importa acompañarte a casa, no quiero que te pierdas también por el camino —dijo y se rio. No supe si tomármelo a broma o sentirme un poco ofendida.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora