Capítulo 2. El inicio

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Qué despropósito de noche

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Qué despropósito de noche. Dormí fatal por culpa de una pesadilla en la que alguien me perseguía en medio de la noche desde el instituto hasta la mansión Cameron. No supe quién era, pero me atrapó justo cuando llegué a la puerta y ahí me desperté. Típico, pero inquietante igualmente.

Me desperté con mucho sueño, pero me animé al ver a Alison y a Peter en la cocina.

—Buenos días —saludé con una vocecilla somnolienta y bostecé. Se giraron hacia mí y me saludaron de vuelta, Alison con una sonrisa—. ¿Qué van a desayunar?

—Unos huevos revueltos con beicon —dijo Peter— y Alison quiere tortitas. ¿Qué te apetece?

Sólo de imaginarme lo primero me dieron arcadas y no pude evitar que en mi rostro apareciese una mueca de asco, pero ellos no la vieron, porque estaban de espaldas.

—Preferiría las tortitas, pero dejen que los ayude.

—¿Sabes hacer huevos revueltos?

—Sí.

—Genial. Entonces, toda tuya la tarea.

Vale, tenía el reto de hacerlos bien, aunque eran lo más sencillo del mundo, pero siempre que quieres demostrar algo te sale mal.

—¿Y Jacob? ¿No va a venir? —pregunté, pensando aún en la noche anterior.

—No lo creo, no suele desayunar con nosotros —respondió Peter.

—Está durmiendo en el salón.

—Ah. ¿Qué le pasa? ¿Tiene agorafobia o algo?

—Algo así —dijo Alison—, pero es más bien algo antisocial.

—Vaya...

—Oye, Vic, el instituto está cerca de la universidad; así que, si quieres, te llevo de camino.

—¿Eh? No, no hace falta.

—No hace falta, pero no me cuesta nada. Te dejo y sigo.

—Bueno... está bien.

Traté de sonreír, pero no pude. Era raro recibir ayuda sin siquiera pedirla de gente que apenas acababa de conocer, al menos para mí.

—Oigan... ¿de verdad van a dejar que viva aquí?

—Bueno, si tus padres están de acuerdo no veo el motivo por el que no puedas quedarte y por ahora no has causado una mala impresión.

—¿En serio?

Alison y Peter se miraron, la primera alzando las cejas.

—Peter, alerta, tenemos a una chica insegura en casa.

—Ya... —dije, poniéndome más nerviosa.

—¿Y eso a qué se debe?

—No sé, no he tenido muy buena suerte con la gente... Solo he tenido una amiga en toda mi vida. Se llama Anne, la conocí en el instituto... ahora la echo de menos.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora