Capítulo 33. El fin de todo

17 2 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aún no había asimilado lo que acababa de presenciar y estaba a punto de desmayarme del mareo que me produjo la velocidad a la que Elliot se había movido y del dolor del golpe que me había propinado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aún no había asimilado lo que acababa de presenciar y estaba a punto de desmayarme del mareo que me produjo la velocidad a la que Elliot se había movido y del dolor del golpe que me había propinado.

Cuando pude ubicarme por fin me di cuenta de que estaba en un lugar enorme, como una nave de almacenamiento. De hecho, aunque se notaba que estaba abandonada, seguía teniendo algunas estanterías.

—Esto era un matadero —comentó como si fuese algo muy casual. No le contesté. Sabía que lo había dicho para asustarme—. ¿No dices nada? ¿No sabes por qué te he traído aquí?

Casi arrugué la nariz, pero no era un gesto de asco, sino de miedo. De contención. Intentaba no echarme a llorar al saber mi destino.

—Vas a matarme.

Sonrió con satisfacción.

—Voy a matarte, pero primero voy a divertirme un poco. Vas a desear no haber pisado jamás esta ciudad.

—N-No importa... —dije con la voz temblorosa, sacando valor de donde no sabía que lo tenía— Aunque me mates... ya no harás daño a nadie más porque Amelie te encontrará y acabará contigo por fin.

Elliot se echó a reír.

—Yo siempre tengo un plan B, querida, por eso me salgo con la mía. Pero aquí lo importante aquí es ¿de verdad crees que Amelie es una heroína? ¿Crees que le importas? ¿Crees que es el ángel del orden que imparte justicia?

—No —respondí tras unos segundos de incómodo silencio—, pero ella al menos no es una psicópata. Y tú... tú eres un monstruo. El mayor monstruo que he conocido en toda mi vida.

—Ooooh, me vas a hacer llorar —Se burló claramente con un falso tono afectado—. Ven aquí —dijo acercándose a mí y me agarró del brazo—. ¿Qué pasaría si te obligara a clavarte un puñal en el pecho?

El corazón se me disparó y procuré mirarlo a la boca en lugar de a los ojos.

—Ahí está. El miedo, ese terror tan humano que hace que el corazón se acelere.

—Tú también fuiste humano. —Le recriminé con el poco valor que me quedaba, pero si iba a morir no iba a darle toda la satisfacción que deseaba.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora