Capítulo 21. Malas decisiones

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No sé cuánto tardó Victoria en volver con el café, pero quedarme solo fue horrible, por lo que cuando la vi llegar casi sentí que era un ángel

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No sé cuánto tardó Victoria en volver con el café, pero quedarme solo fue horrible, por lo que cuando la vi llegar casi sentí que era un ángel. Aunque, en realidad, Victoria era un ángel. Después de los meses que habíamos convivido, aunque no fuesen muchos, me sentía feliz y agradecido porque la chiquilla hubiese ido a parar a nuestra casa.

Ahora la felicidad era una meta inalcanzable para mí, sin embargo, pues justo cuando entendía mis sentimientos hacia Alison le sucedía eso... quizá nunca pudiese contárselo. Quizá jamás volvería a verla. Solo de pensarlo se me encogía el estómago y me dolía más que cuando el hambre era acuciante.

—¿Se sabe algo? —preguntó la chiquilla mientras me tendía el vaso de poliestireno con el café solo que se había ofrecido a traerme.

Negué con la cabeza, sin mirarla a la cara, y suspiré.

—Sentí que tardabas una eternidad, ¿pasó algo o solo fue impresión mía?

De corazón esperaba que no hubiese tenido ningún "encontronazo" desagradable.

—Me encontré con Roxanne —respondió.

«Menos mal».

—Su hermanita también está en quirófano, resulta que tiene apendicitis.

—Ah... espero que todo salga bien para la niña.

Estaba escuchando a Victoria, pero la mayor parte de mi mente estaba lejos de nosotros. Se encontraba metros más allá, había atravesado puertas y paredes y se había quedado con Alison en el quirófano. Intentaba ser fuerte, porque sabía que todos en la casa me veían como un pilar al ser el mayor y haber actuado con más responsabilidad que ellos, pero cada vez se me hacía más difícil.

Y Victoria, tan particular como siempre, pareció darse cuenta. Eran ese tipo de cosas las que hacían que hubiese confiado en ella fácilmente. La chica era genuina, auténtica, no fingía. Ella era lo que mostraba. Y era una persona encantadora.

—Peter... si necesitas llorar... deberías hacerlo.

Cerré los ojos un momento y suspiré antes de reabrirlos.

—No puedo llorar, Victoria —dije, mirándola—, porque si lo hago me derrumbaré. Y no puedo derrumbarme, tengo que aguantar.

—Lo único que vas a lograr es hacerte más daño. Te duele, yo sé que te duele más que a cualquiera de nosotros, sé lo que sientes por ella.

La miré con los ojos abiertos de par en par por la sorpresa después de sentir como si me hubiesen echado un cubo de agua fría por encima.

—¿Qué?

—No te hagas el sueco, Peter, los he visto. Y yo puede que sea un poco parada para algunas cosas y no me entere, pero he visto cómo se miran, cómo se tratan, al menos desde que volviste a casa tras... —La chica hizo una mueca antes de seguir hablando— tras lo que te hizo Elliot.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora