Después de almorzar con las chicas, salí de casa con Susan y un gran esfuerzo de voluntad. A veces sentía que la calle se hacía más grande, otras veces tenía la sensación de que había alguien observándome desde algún rincón. Si hubiese obtenido la ayuda que necesitaba seguramente habría podido superar eso, pero no tenía dinero para pagar a un especialista y los traumas no se resuelven con tutoriales y consejos de internet.
Aun así, había rehecho mi vida como mejor podía, por mis hijas, por mí misma.
«¿A quién pretendes engañar?», me dije «No has rehecho nada, solo te has gastado tus ahorros en una mudanza que no necesitabas por alguien que no merece ni un segundo de tu tiempo».
Suspiré, agradeciendo que Susan no se diese cuenta, pues no era un tema del que quisiese hablar y que, de todos modos, ella no comprendería.
Estuvimos paseando, conociendo parte de la ciudad, dejé que Susan jugase en el parque con otros niños mientras luchaba contra la necesidad de sacar el teléfono para llamar a Roxanne y preguntarle si todo iba bien. Desde que mi hija mayor había crecido lo suficiente como para no necesitarme para salir o quedarse sola en casa, siempre me sentía angustiada. Tenía miedo de que le pasara algo malo. Como cualquier madre, sí, pero sabía que lo mío rayaba lo patológico, sabía que me preocupaba demasiado. Solía ser capaz de controlarme, pero muchas veces no lo conseguía.
Finalmente decidí acudir a una cafetería de la que me habían hablado, pero que hasta la fecha no había llegado a visitar. Me llamaba la atención su nombre: Territorio Neutral.
Una vez dentro me sorprendí por lo oscura que era, algo que no me terminó de gustar, aunque no estaba segura de por qué.
En realidad, toda Morganville era un poco espeluznante a veces. Tenía a esas personas que, por algún motivo que desconocía, me daban esa sensación... escalofriante. Lo que cualquiera llamaría "malas vibras".
—Buenas tardes, ¿qué te sirvo? —inquirió una chica que, en primera instancia, me dio miedo; pero luego me calmé.
—Hola. Un café latte macchiato y un chocolate, por favor.
—Claro, ahora mismo te los sirvo. —Sonrió la chica y se puso manos a la obra.
Le dediqué ese mismo gesto a mi niña, que ya lo había curioseado todo y ahora me estaba mirando a mí.
—"¿Has encontrado algo que te guste?" —Le pregunté verbalmente mientras hacía los gestos en cuestión.
Ella asintió y me señaló una mesa en la que había el único servilletero de color azul. Me reí un poco y le acaricié el cabello.
Mis bebidas no tardaron mucho en llegar y tomé el chocolate para dárselo a Susan. Luego cogí mi vaso y me giré para ir a la mesa que le había gustado a la niña, pero apenas di dos pasos alguien prácticamente me embistió.
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Morganville Chronicles #1 - La debilidad de Elliot
VampireDesde fuera, Morganville es una ciudad como otra cualquiera, pero una vez te adentras en sus calles comienzas a darte cuenta de que algo se esconde tras cada esquina en la noche, tras los cristales tintados de los coches durante el día. Eso es lo qu...