Capítulo 13. La extraña cita

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Dedicado a Syra

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Dedicado a Syra.

Estaba segura de que Roxanne no se había creído que no me pasaba nada. Ella, mejor que nadie, sabía que yo no salía de noche. Nunca. Y un día, temiendo que pudiese pasarle lo mismo que a mí, se lo conté; así que debía de estar sorprendida y extrañada, pero no podía contarle la verdad. No todavía.

O quizá solo estaba retrasando el momento porque sabía que se iba a enfadar... y me daba miedo. Me daba miedo que, así como había rechazado a su padre, también me rechazase a mí, por decepcionarla.

Al menos su reacción no sería muy exagerada, pues ya había superado la edad del pavo, la etapa de las hormonas totalmente descontroladas. Esa que yo no parecía haber dejado atrás del todo... sobre todo cuando estaba con él. Maldito Nathan.

Cuando acosté a Susan, me fui a mi habitación y abrí mi armario. Lo único lo suficientemente "elegante" era un vestido con una falda corta de estampado de flores y fondo negro, y escote redondeado.

La parte de arriba, de mangas largas, era de color negro y transparentaba un poco, así que se me veía el sujetador.

Ese vestido me lo había regalado él.

Me hice un recogido sencillo y me puse unos zapatos de cuña. Me puse un abrigo, respiré hondo y salí de mi habitación.

Fue un alivio ver que Roxanne y Victoria estaban en su habitación, así mi hija no me vería vestida de aquella manera y me evitaría preguntas.

—¡Cielo, me voy! —exclamé y me escabullí rápidamente como si de verdad fuese una adolescente furtiva.

Estaba avergonzada, pero ese sentimiento quedó a un lado cuando vi el taxi en la puerta de mi casa.

Hasta ese momento no me había parado a pensar en lo que implicaba el mensaje que me había mandado Nathan tras dejarlo en Territorio Neutral.

Había dos preguntas inquietantes.

La primera tenía que ver con el mensaje en sí, ¿cómo había conseguido mi número si, desde que me abandonó por segunda vez, me lo había cambiado?

La segunda me dio más miedo aún: ¿De dónde había sacado mi dirección?

¿Cómo se las apañaba siempre para acercarse a mí?

No dije nada durante el trayecto en taxi y lo único que hice fue comerme la cabeza con todo aquel asunto.

Cuando me bajé del coche, temblando, el taxista se mordió como alma que lleva el diablo.

Aunque tampoco me sorprendió. Siempre veía a los conductores de aquellos vehículos conduciendo como les daba la gana.

Tomé aire y avancé hasta aquel edificio que tenía "casualmente" la puerta abierta. Y entonces me encontré aquel panorama.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora