Capítulo 29. Lazos de amor

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—¡Sí! —exclamé al teléfono cuando hablaba con Anne— Ya voy a empezar la rehabilitación, el lunes me quitan la escayola

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—¡Sí! —exclamé al teléfono cuando hablaba con Anne— Ya voy a empezar la rehabilitación, el lunes me quitan la escayola.

Elliot y Petra no habían vuelto a molestarme y por fin podía respirar un poco con tranquilidad, aunque lo que me había contado Roxanne sobre Mavin me preocupaba también.

Vino a casa expresamente para decírmelo y la vi tan nerviosa —no era para menos— que le ofrecí quedarse en mi habitación esa noche, pero me dijo que tenía que irse a practicar con el grimorio de su abuela, que según ella era el más completo.

Como no podía obligarla a quedarse ni insistirle para disuadirla de su idea, le recordé que se podía revocar el permiso de entrada a una casa... incluso con el vampiro dentro de ella.

Dicho eso y sin nada que hacer —porque, por primera vez en mucho tiempo, había estado tan relajada que había podido terminar enseguida los deberes para el fin de semana—, me dispuse a hablar con Alison de algo que llevaba tiempo queriendo decirle, pero que quedó relegado al baúl de los trastos abstractos cuando quedó en coma. Además, quería recomendarle un puesto de trabajo ahora que le faltaba poco para que se le acabase la baja.

No obstante, tuve que esperar a que saliese de la habitación de Peter, donde llevaban un buen rato con música heavy puesta a un volumen que rayaba lo molesto.

Volví al salón con los brazos cruzados y los labios apretados.

—¿Qué te pasa? —inquirió Jacob, que se estaba tomando una cerveza mientras jugaba a Kingdom Hearts con las piernas bien abiertas.

«Chicos...», pensé.

Ahora que ya no tenía que preocuparme tanto por Elliot o Petra, había vuelto a tener mis preocupaciones de adolescente y, por supuesto, había recuperado ese fastidio mezclado con el dolor de estar enamorada de Jacob de forma no correspondida. Era injusto, si hubiese sabido su orientación sexual antes habría controlado mejor mis emociones...

—Quiero hablar con Alison, pero lleva un montón de tiempo con Peter. Encima no sé cómo leches pueden hablar con la música tan alta.

Su rostro mostró claramente una expresión de incredulidad.

—¿En serio crees que están hablando?

—Claro, ¿qué otra cosa...? —Abrí los ojos de par en par al caer y estuve segura de que se me habían enrojecido las mejillas— Ay, no.

—Sí, Belle, están follando.

—¡Ay, Dios, no digas esa palabra!

—¿Cuál? —dijo sonriendo de lado— ¿"Belle" o "follando"?

—¡Jake! —protesté.

—Pero si yo no he dicho "Jake".

—¡Que te den! —resoplé y me di la vuelta para regresar a mi cuarto.

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora