El joven anciano estaba sentado en un rincón de la sala de reuniones, con la espalda y la cabeza apoyadas en la pared, una pierna estirada y la otra doblada. Sobre esta reposaba su brazo y su mirada de hastío era más que expresiva.
—Yo creo que esto no va a salir bien... —decía Frederick, uno de los vampiros más temerosos, con inseguridad.
Él era uno de los muchos vampiros que se encontraban sentados a aquella amplia mesa.
Elliot, que paseaba por detrás de ellos, golpeó la superficie justo delante de Frederick, con la palma abierta.
—No seas cobarde, saco de huesos —masculló—. He trabajado mucho en esto para que ahora se acojonen y me estropeen el plan.
Conocía a Elliot lo suficiente como para saber que si empezaba a maldecir no era una buena señal, pero a él no le daba miedo. Quizá era demasiado inconsciente.
—¿Cómo osas dudar de Elliot? —intervino la bellísima y atractiva Petra, una mujer que parecía de revista, aunque demasiado artificial para él.
También demasiado fanática de Elliot, solo le faltaba besarle los pies y lamer el suelo que pisaba. Ni siquiera le importaba que él no le fuese "fiel".
—Sucio cobarde, deberíamos...
—Petra, ya basta —La cortó Elliot con sequedad y la vampiresa volvió a sentarse, despacio—. Frederick tiene miedo a un régimen que lleva siglos implantado —continuó con un tono más comprensivo— y hace bien en tenerlo, no debemos confiarnos demasiado. Lo que no quiero es que el miedo supere su motivación de ser libres.
«Estúpidos», pensó el joven anciano. «Nosotros dominamos la ciudad, ¿qué más quieren?».
—Ahora sigan con sus quehaceres, antes de que alguien los eche en falta. Ya saben cuándo será nuestra próxima reunión y lo que haremos a continuación. Quiero que me busquen chivos expiatorios, yo estaré ocupado encargándome de otros asuntos.
—¿De tu obsesión con ese humano que vive en la mansión Cameron? —intervino el vampiro que estaba en la sala, pero no participaba realmente en la reunión. Le había prometido a su hermana que no se injeriría en la reunión, pero no había podido evitarlo— Oh, sí, todos sabemos lo ocupado que te tiene eso...
Su hermana, que estaba sentada de espaldas a él, se dio la vuelta para lanzarle una mirada asesina. El joven anciano puso los ojos en blanco.
Todo el mundo lo estaba mirando, la mayoría con cara de sorpresa.
—Acquamarine, ¿me recuerdas por qué siempre está tu hermano en las reuniones si no está interesado en la causa?
—Porque a donde va ella, voy yo. Pero no te preocupes, ya sabes que soy una tumba. Andante, pero discreta —dijo con tono jocoso.
Elliot lo miraba con tanta tensión que parecía que iba a darle un tic en el ojo.
—Fuera todo el mundo —dijo con tono contenido, pero los demás, aún nerviosos, se quedaron como estatuas—. ¿Se les han muerto los oídos? ¡He dicho que se larguen!
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Morganville Chronicles #1 - La debilidad de Elliot
VampireDesde fuera, Morganville es una ciudad como otra cualquiera, pero una vez te adentras en sus calles comienzas a darte cuenta de que algo se esconde tras cada esquina en la noche, tras los cristales tintados de los coches durante el día. Eso es lo qu...