Capítulo 18. Las aguas siempre vuelven a su cauce

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Peter estaba helado y cuando Alison lo examinó, mientras Jacob llamaba a una ambulancia, dijo que parecía que sufría una hipotermia

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Peter estaba helado y cuando Alison lo examinó, mientras Jacob llamaba a una ambulancia, dijo que parecía que sufría una hipotermia. Por eso, en cuanto Jacob colgó el teléfono lo cogió en brazos y lo llevó al sofá mientras Alison y yo subíamos a buscar mantas. Al menos en la casa ya estaba más caliente que en la calle.

Me sentía algo aliviada porque al fin estaba con nosotros, pero me seguía preocupando que se hubiese desmayado. Por no hablar de su terrible aspecto...

No cronometré lo que la ambulancia tardó en llegar, pero con los nervios y el miedo de perder a mi amigo entre mis brazos me pareció una tortuosa eternidad.

En una relación de pensamientos demencial por el estrés me pregunté si así sentían los vampiros la inmortalidad. Si fuese así entendía que algunos fuesen ruines y otros se volvieran locos. O las dos cosas, como Elliot.

Estaba tan alterada que no me quise quedar en casa y Jacob accedió a llevarme al hospital cuando Alison se fue en la ambulancia con Peter. Y por el camino no pude evitar comerme demasiado la cabeza porque Jacob no dijo nada.

Y entre todos esos pensamientos revueltos se instaló la idea de que lo que le había pasado a Peter había sido obra de Elliot.

El diablo en persona, el diablo en la Tierra.

Cuando llegamos al hospital nos reunimos con Alison mientras el médico le hacía el reconocimiento a Peter. Los tres tuvimos que darnos apoyo mutuo, pero quien más alteraba parecía estar era mi amiga.

Otra eternidad después vino el médico a decirnos que ya podíamos pasar a verlo y nos explicó lo que le ocurría a nuestro amigo.

No solo sufría hipotermia, sino también deshidratación e inanición, explicó que llevaba varios días sin comer ni beber y que, sumado al frío que había cogido su cuerpo, era casi milagroso que hubiese sobrevivido.

Eso hizo que se me revolviera el estómago con tanta violencia que sentí ganas de vomitar.

Mientras el médico nos preguntaba qué había sucedido, yo me fui para buscar el baño. Cuando lo encontré y solté la cena de una sentada oí la voz de Jacob desde el pasillo.

—Belle, ¿estás bien? Quiero decir... dentro de lo que cabe.

Por el malestar que sentía, con esas náuseas recorriéndome el tracto digestivo del estómago a la garganta a la espera de que subiese más líquido que expulsar, no tuve fuerzas para responder.

Cuando escuché a Jacob otra vez, me di cuenta de que había entrado en el baño.

—Ey, pequeña... —dijo acercándose a mí y quitándome el pelo de la cara. El estrés y la angustia que sentía me hicieron actuar de manera irracional.

—¡Déjame! —exclamé, apartándolo con ambas manos y provocando que diera dos torpes pasos hacia atrás al no esperárselo— ¡No soy tu hermana pequeña!

Morganville Chronicles #1 - La debilidad de ElliotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora