10. Déjate llevar

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- Me encanta este parque - menciona ella después de un rato de silencio, ella se había quedado mirando al cielo.

- ¿Ah sí? ¿Que es lo que te gusta de este lugar? - llegamos hace unos veinte minutos pero ella no había querido hablar así que sólo esperé hasta que esté segura. Estábamos sentadas en una banca debajo de un árbol y eramos las únicas en aquel parque.

- No es sólo el lugar, me gustan más los recuerdos - la miro y al instante cierra los ojos - los recuerdos que tengo con ella - dice en un suspiro pesado.

¿Ella? ¿A quién se refería?

No sé de quién hablaba pero busqué su mano y la tomé para darle un leve apretón. Ella abrió los ojos para mirarme y le di una pequeña sonrisa, quería que estuviera cómoda. Al ver su mirada, sus ojos estaban perdidos, ella quería llorar pero estaba reteniendo las lágrimas.

- ¿Segura que quieres hablar? - le hablé en tono bajo, no quería que lo hiciera porque deba, sino porque quiera.

- ¿Me abrazas? - sin chistar, me acerqué a ella para acurrucarla en mis brazos, creo que ella estaba buscando un sitio seguro en donde estar y si me lo permite, yo podría dárselo - hoy estuve con un humor de perros... - se ríe levemente a lo que yo fruncí el ceño.

- No estuviste así - me iba a separar para verla a la cara pero ella apretó más el agarre así que no intenté moverme - No te noté así.

- Si bueno, es algo que se me da muy bien

- ¿Que cosa?

- Fingir. Aveces pienso que es un don pero a la vez una maldición - la apreté un poco más a mí.

- ¿Por qué finges? - susurré.

- Es más fácil todo, es más fácil sonreír aunque no sea una sincera, es más fácil actuar que estés bien así nadie pregunta al respecto ni se preocupan, es más fácil fingir que todo está bien cuando la realidad es más complicada, y esa realidad es que no soporto estar sin ella. Prefiero ahogarme en llantos en mi habitación a que me vean llorar, es como que, prefiero fingir ser fuerte aunque la verdad sea que soy más frágil que un cristal y es desde que ella no está - respiró sonoramente.

Dejé un beso sobre la coronilla de su cabeza.

- Ella hacía eso, cada vez que me lastimaba la rodilla. Ella me curaba, luego me cantaba una de sus canciones y al final, dejaba un besito en mi cabezita, en ese entonces - se acomodó para que su cabeza encajara en el hueco de mi cuello - mi madre murió hace siete años y aún me duele que no esté conmigo ¿Cómo es posible que después de tanto tiempo, aún no deja de doler? - levanta un poco la cabeza para verme.

- Quizás te haz estado enfocando en el tiempo, en que deje de doler y no deberías. Enfócate más en llevarlo, porque con una muerte de un ser tan amado, no pienses en que dejará de doler, porque no lo hará, sólo aprendes a sobrellevarlo día a día, aprendes a vivir con ello - suspira para luego recostar nuevamente su cabeza en mi cuello.

Nos quedamos unos minutos en silencio, ella en su mente y yo en mis pensamientos. ¿Por qué el día de hoy se había acordado a su madre? ¿Habrá fallecido hoy hace siete años?
No sé si sea apropiado preguntarle aquello.

- Es su cumpleaños - dice de repente a lo que contesta mi pregunta.

- ¿No quieres ir a visitarla? - digo con cuidado. Ella niega sobre mi cuello.

- No he podido hacerlo desde el entierro. Normalmente este día lo paso junto a mi hermanita pero, ella está con unas amigas ahora mismo. Aveces pienso que ella ya la olvidó - sentí algo mojada recorrer mi cuello, sus lágrimas se estaban escapando y la dejaría hacerlo tranquila.

La Nadadora Estrella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora