ᝰ 22

2K 339 177
                                    

𖥸

El innecesariamente fuerte ruido de su teléfono lo sobresalta, provocando que despierte casi en el mismo instante en que el aparato empieza a sonar. Seonghwa calma su respiración durante un par de segundos luego del inevitable susto que se ha llevado y, con el ceño fruncido, observa a quien pertenece la llamada entrante.

El nombre de Jaemin se dibuja en la brillante pantalla. No puede evitar fijarse en el detalle importante que representa la hora; son casi las cinco de la mañana. Respola con creciente molestia, haciéndose una idea de por qué el pelirosa lo está llamando durante la madrugada de un domingo, supuesto a ser tan sereno y pacifico.

— ¿Qué?— pregunta somnoliento una vez que contesta, sobando sus ojos a mientras toma asiento en su cama.

Escucha una risa aguda provenir de Na del otro lado de la línea, tan característica por el hecho de que generalmente indica una simple cosa; el muchacho está ebrio.

¿Puedes llevarme a casa?— pide el chico, con total confianza—. La fiesta de Jeno se terminó y él no puede dejarme esta vez.

— ¿Qué? Jaemin, son las cinco de la mañana...

Mira fuera de tu ventana.

Bufando por lo ignorado que es su comentario, Park se acerca a la ventana de su cuarto con pasos que desbordan cansancio. Abre las cortinas que cubren el exterior, haciéndose una idea de lo que va a encontrarse, o más bien, a quién va a encontrarse. Las cosas se dan tal como él las anticipa; Jaemin está afuera, en el patio delantero, agitando su mano en el aire como el idiota pasado de copas que es en ese momento.

No es la primera vez que el chico le hace aquello. De hecho, ha perdido la cuenta de la cantidad de ocasiones en las que Na llegó por la madrugada a su casa, sin previo aviso, luego de una fiesta, estando borracho como cereza del mal cocinado pastel. A veces se queda a pasar la noche, otras le pide el favor de llevarlo a casa, aprovechando el hecho de que el padre del castaño cuenta con un auto y este último sabe cómo conducirlo a la perfección. Las dos opciones le resultan a Park igual de molestas y groseras. Lo colocan en una complicada situación, teniendo que atravesar por el riesgo de ser castigado durante meses si toma la decisión de ayudar a su bastante desconsiderado amigo. Aún así, nunca se quejó. Siempre sintió que debía estar para el muchacho, incluso en momentos como esos, por lo que simplemente cumple sus caprichos. Quizás también es por el miedo a que Na se enoje, aleje de su persona, y él vaya a quedarse envuelto en soledad.

Probablemente es el sueño, probablemente es el cansancio. Da igual la razón, pero cabe destacar que en esta ocasión sus pensamientos distan de ser similares a los que mantuvo tantos años.

Ahora, es muy consciente de que va ayudar al más joven, pero a diferencia de antes, ya no siente que es una innegable obligación hacerlo. Empieza a aceptar de una buen vez lo mucho que le irrita la descarada forma que Jaemin tiene de tratar con él, aquella forma que mantuvo tantos años y nunca se molestó en corregir, incluso siendo consciente de que lo daña y hasta perjudica considerablemente con sus actitudes. Finalmente, parte de la venda que cubre sus ojos cae, permitiéndole ver la injustificable y egoísta actitud del chico.

Prometiéndose a sí mismo que será la última ocasión en la que realiza aquel tipo de favores por el pelirosa, se coloca una sudadera, toma las llaves del auto y sale de forma meramente sigilosa de su casa. Una vez que se halla en la entrada, le dedica una mirada llena de frialdad al llegado.

— Es la última vez que hago esto por ti— sentencia, abriendo la puerta del auto para entrar y esperar a que el otro chico suba en el asiento de copiloto.

𝐈𝐍𝐒𝐈𝐃𝐈𝐎𝐔𝐒𝐋𝐘 | seongsangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora