D I E C I O C H OEran las ocho de la noche, sus fuertes brazos me envolvían, el sonido de su respiración me demostraba que tenía un sueño pesado.
Sus ojos cerrados, sus gruesas pestaña, esa boquita entreabierta y esa frente, su frente no tenía ninguna arruga, se veía en paz, tranquilo.
No me cansaba de verlo, es que es perfecto. Todo él lo es.—¡Deja de verme! —dice y por poco me da algo, lo hacía dormido.
—¡No te veía...! —digo colocando mi cabeza en su pecho.
—No, me observabas... —su ronca risita me descoloca.
—Y... si dices que yo soy tuya, entonces tú eres mío, sólo mío y yo puedo ver lo que es mío...
—Entonces mira todo lo que quieras...
— ¿Todo?
—Todo...—dice con la voz en un tono más bajo— ¿Que hora es? —pregunta después de provocarme.
—Son las ocho... ¡dormimos mucho!
—¿Quieres quedarte hoy en mi casa? —me pregunta y no se que responder.
—¡Ahh bueno!, no tengo nada que hacer aquí...
—¡Excelente! toma tus cosas y vámonos, ponte algo para cenar afuera, y la ropa de trabajo también llévatela...
—Te gusta dar órdenes... ¿Eh?
—Me gusta que me obedezcan...
—¿Y si yo no quiero? —digo con picardía bajandome de la cama, pero me tomó antes de pisar el suelo.
—Habrá consecuencia señorita Kipling... —me dice poseyendome debajo de él.
—¿Como cuales? —digo con inocencia.
No me respondió con palabras sino con hechos, me hizo el amor una vez más, en mi cama, de mi departamento, el me hizo el amor.
La suave cama y su olor a lavanda me recuerda que estoy en otro lugar que no es mi departamento, abro los ojos y no encuentro a mi asiático.
Me siento en la cama y el entra.—Perdón ¿te desperté? —pregunta
—No, sólo que no te ví en la cama...
—Sí, me levanté a hacer mi ejercicio matutino...
Asiento.
Saca una muda de ropa y entra al baño.
Luego de un rato sale con la toalla envuelta en su cintura pélvica, mostrando su cuerpo bien formado, su cabello mojado.
Mi vista se posicionó en todo lo que tenía al frente—¿Te gusta lo que ves?
Asiento, pero el no se queda con esa y camina hasta la cama y deja caer la bendita toalla.
Válgame...
Mi vista se quedó en su miembro, el estaba a centímetros de mí.
—Yo soy tuya... —dije y él asintió— y tú mío... ¡hazme tuya!
Entró a la cama y empezó a regar besos por toda mi cara, me quitó mi camisón y retiro las sábanas que me envolvían y allí en la mañana me hizo suya, como se lo pedí.
Me levante después de estar con él asiático y hice mis necesidades, me alisté y bajé a la cocina donde encontré con una señora.
—Buenos días... —dije educada.
—Buenos días señorita ¿que desea desayunar?
—Ah, lo que sea... tostada con un café está bien... —le digo con una sonrisa
—Dale jugo de naranja en vez de café Marta... —dice el hombre que acaba de entrar a la cocina.
Ella se retira por mi jugo—¿Por qué jugo y no café? —pregunto con una ceja levantada.
—No te alimentas como es debido... conmigo aprenderás a comer bien, por las buenas o por las malas.
—Por la buenas o por las malas... —repito lo que dice, saboreo cada palabra— ¿y que sería por las malas? —susurro a lo que me responde con una sonrisa perversa.
Desayunamos y salimos al trabajo.—Yo creo que debería irme aparte... nos veran juntos… —digo en la puerta de su Saab y él con intención de abrirla.
—No me importa que nos vean... que todos sepan que eres mi novia.
¿Su novia? ¿Cuando pasamos a eso?
¿Desde cuando?
—¿Desde cuando soy tu novia? Jamás me lo has pedido —le digo viéndome mis uñas, desinteresada.
—Venecia Kipling, me harías el hombre más dichoso si aceptas ser mi novia. ¿Quieres ser mi novia?
—Creo que debería decir que sí... —le digo dándole un beso.
—Igual si decías que no, te convenceria de serlo, y yo soy muy convincente... —me dice con superioridad.
—Tenga cuidado no vaya ser que me arrepienta.
Llegamos juntos y las miradas como es de suponer se posaron en nosotros, bueno más en mí. O sea, me miran como la del turno.
Algunas miradas son de críticas, otras de envidia y otras amigables, bueno la mirada de Stefanía es fulminante.Llego a mi puesto y ayudo a América con su labor, estamos un poco full por la siguiente cena que será por el finiquito del proyecto con lo Walcott y eso me tiene pensando mucho.
¿Que pasará con Stephen y mi familia cuando me vean en la cena? desearía no ir y se que mi asiático me obligará o me persuadira en ir. Sólo espero la opinión de los Lovecraft y de Holmes a respecto de mi relación con el coreano.
Salgo almorzar con Ariel que me tiene que contar algo y en mi hora voy a la cafetería de Mauro
—¿Cuales son las buenas nuevas...?
—Dentro de una semana, un día después del finiquitado el proyecto con los Walcott me iré con Ethan a Alemania a seguir dirigiendo la empresa desde allá, es una nueva oportunidad... sé, que debí decirte antes que quería que fuera cuando se hubiese acordado.
Mucha información para un minuto.
—¿Te vas a otro continente...? —ella sólo asiente— ¿y me dices una semana antes...? —vuelve a asentir— ...Ok, es hora de madurar y de tener éxito, execelente... ¡Felicidades! ¿y Morey como lo tomó?
—Ella sabe que es una nueva oportunidad y esta feliz, además como dijo ella, ya cuidó a sus chiquillas y ahora vivirá su vida... esa mujer está loca, se va otra vez de vacaciones para Vancouver...
—Y soy la última en enterarme... Guao.
—¿Y tú qué? Todos dicen y hablan de la nueva del asiático... ¿estas con el en que plan? —me pregunta seria
—En plan de novios... —ella abre los ojos exagerados— sí…, ¡novios! ¡Es nuevo y para mi encantador! No se compara con el desgraciado de Stephen...
Llego a la oficina y sale Stefanía del despacho de Arthur con unos papeles.
—¡Sip! Hoy amaneció con el pies izquierdo... —digo cuando la veo entrar al ascensor.
—Ajá... y por la noticia de que eres la novia del jefe.
La veo sorprendida. ¿Como lo sabe?
—Me lo dijo el señor Holmes y me lo confirmó Stefanía con su cara de culo.
—¿Cómo...?
—Tu amor de ojos rasgados se lo ha dicho a Stefanía cuando ella le pregunto por qué su “osito” trajo a una secretaría...
—¡Será estúpida...! ¡no lo puedo creer!
—Enhorabuena... sabía que tanto odio era por algo.
—¡Claro que no!
—¡Ajá..!
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IntensaMente
RomancePor qué no eres como ella.. Aprende a Charlotte.. Esas eran las frases de mi madre, era común en ella. Y Luigi, jamás fue un padre, ni nada cercano a eso. Mi libertad se dió al salir de esa casa. Ya no soy la hija imperfecta de Mónica de Salvatore...