T R E I N T A- y- S I E T E

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T R E I N T A- y- S I E T E

Aaron Lovecraft


América pasa sin tocar interrumpiendo la reunión.

No es educado. Reconozco que me he vuelto un ogro amargado, así como dice mi hermana.

— ...Pero ¿que...

—Jefe debería ver esto —toma el control y enciende el plasma de la sala de reunión colocando un canal de noticias de últimos momentos.

¿Que hace...?

Me acomodo en el asiento y todos miramos la pantalla.

Se refleja un niño de cuatro años, asiático, pataleando y gritando por su madre mientras que un edificio cae.

Se me eriza la piel.

Noticias de última horahabla la periodista— científicos quedan atrapados en una de las instalaciones del área de la MIT, tras derrumbe por explosión causado por una fuga de gases, la mayoría han salido, uno de los profesores conocido como Andrés Murray junto a su compañera Venecia Kipling no aparecen, el movimiento estudiantil junto con entes están en su búsqueda.

Sale imágenes del lugar y la mayoría es fuego y humo.

Venecia Kipling

¿Que...?

Sólo siento el palpitar de mi corazón en todo el cuerpo.

Todas las imágenes vuelcan mi cabeza.

Ander Kipling, presenció como su madre quedaba atrapada en el edificio, el niño de tan sólo cuatro años le dió un ataque de ansiedad y fue llevado a urgencias.

Miro la imagen que presenta en la pantalla y todos mis vellos se erizan otra vez.

—Por favor podrían dejarme con el señor Holmes —hablé con fingida calma mirando impaciente a Arthur, todos salieron excepto mi padre.— me puedes explicar...

—Mi hija está desaparecida... —fue lo único que dijo antes de dirigirse hacia la puerta.

Sólo eso dijo.

— ¿Y no es muy peculiar que su hijo tenga rasgos asiáticos? —dije forzadamente para no gritar. La respiración se me está cortando.

—Si quieres preguntar si es hijo tuyo, la respuesta es sí. Molestate todo lo que quieras pero tú decidiste no ser parte de su vida. Tomaste tu decisión, la dejaste cuando te necesitó —me dijo antes de salir.

—¿Y no creíste que debimos saber? —habla mi padre molesto, nunca lo había escuchado de esa forma desde que tenía mis arranques de rebeldía.

—Lo siento... debo irme, necesito saber de mi hija y mi nieto.

—Debo ir contigo y no me digas que no. —hablé serio

—Entiendo... has tu maleta, voy por Shadia y las niñas.

Tire las sillas y empecé a golpear la pared. Mi papá me sostuvo y es una sensación extraña. Las lágrimas salían y salían

¿Como te atreviste Venecia?

—¡Hijo cálmate...! no solucionas nada haciendo un desastre. —asentí con la respiración agitada— debes pensar todo y actuar con cuidado —acuna mi cara— deja la rabia y piensa que hay un milagro en tu vida.

No le respondí.

No espere mucho y fui por mis cosas. No tardé mucho y en menos de dos horas me encontraba en el aeropuerto con Holmes y nuestra familia.

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