C U A R E N T A- y- S E I S

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C U A R E N T A- y- S E I S



Ésta vez si me despedí como es debido, besos, abrazos, lágrimas, promesas y nostalgia. Debía ir con mi hijo, donde está el becerro tiene que estar la vaca. Bueno, a decir verdad, la pasé genial, omiti la entrevista y firmé para proceder con la beca de algunos estudiantes, no necesité pisar el juzgado para dar mi declaración en contra de los agresores, las chicas lloraron incluyendo a los chicos que prometieron una visita, me cuestionaron que falta poco para mi cumpleaños y lo pasaría sin ellos,  Chuy como a madre que le alejan a su hijo lloró, y yo con ella, las salidas turística con Aaron se repitieron como excusa para conocer más a Cambridge y Boston y yo no puse argumento para ser su guía, las copas, los vinos, y esas bebidas alcohólicas que nublaban mi mente me hacía vivir en fantasía, por momentos pensaba que éramos más bien pareja que amigos, pero luego eso cambiaba cuando la actitud de el se volvia superficial y un poco distante y comprendí que aveces olvidaba lo sucedido entre nosotros y actuaba como si no hubiese pasado nada y yo soy la mujer de ese hombre cuando la realidad es que pasó mucho y nadamás soy una amiga. Ok, de ser su cónyuge pasé a una amistad que me deja solo en una zona donde él se vuelve mi amor platónico. Luego de haber probado su piel, su amor, su protección y ahora soy su amiga que lo ama secretamente.

Los Cox se han vuelto muy serviciales, nos prestaron su avión para irnos a Toronto. Ha decir verdad es bueno ganar indulgencias.

Los nervios se sentía, iba regresar, tanto tiempo. Aveces soñaba que estaba en Toronto y que jamás había salido de mi país pero luego despertaba, sólo tenía recuerdos y espero que al llegar allí, retomar mi vída como es debido.

Antes vivía en St. James Town... afuera del centro, está un poco distanciado de la casa de él. Vendí el departamento que tanto odiaba Aaron, me quedaré en su grande casa con mi hijo hasta que encuentre una propiedad.

Arthur Holmes con su familia y Kim Lovecraft con la suya sumado a un chiquillo hiperactivo que saltó del suelo a mis brazos con un: ¡Mamá! Que me derritió, tanto amor, amor puro, sin fingimiento, Aaron venía con nuestras maletas, bueno mas mía que suya, con ayuda de un mozo. Mi hijo bajó de mis brazos y saltó al de su padre mientras yo abrazaba a quienes nos recibieron.

Alquilaron un carro grande donde irían las valijas mientras nosotros compartíamos coche con nuestra familia.

Íbamos en dirección a casa del asiático, la que fue mi casa y la sentí tan mía.
Como lo recordaba entró en un barrio muy popular por ser lujoso. El gran portón se abrió dejándonos pasar.
Como lo recordaba, moderna.

Bajamos, yo respiraba el aire canadiense que tanto extrañe, sentía la humedad del día, eran casi las seis de la tarde, la casa mantenía su color blanco con sus pilares grises, sus carros seguían allí, la afición de coleccionar auto no había desaparecido.

La puerta se abrió y una Marta feliz nos recibió, esa mujer la extrañe. Me abrazo tan fuerte, que no me queje por el dolor que aún sentía por lo agradable que fue, una buena sensación.

Entramos al living y nada había de cambio, me sorprendió la foto de Ander en un retrato, me agradó que lo tomara en cuenta en su vída y en su casa.

Todos nos sentamos, Crystal estaba trabajando en el hospital por lo cual no pudo recibirnos, mi hijo se fue con Marta a buscar algo que comer, nos sentamos y hablamos de todo cuanto pudimos, mis hermanas no dejaban de hablar, se veían diferentes, mayores, maduras, pobre de papá cuando empiecen a llover sus admiradores si es que no ha empezado.

Un taconeo bajando las escaleras nos llama la atención, mi vista se fue directo hacia el ruido y una pelinegra ojiazul con una gran sonrisa llega a donde estamos.

IntensaMenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora