—¿Por qué? ¿Por qué? Por fin respondió:
—¿Por qué todo ha de tener respuesta? No hablemos de mí: hablemos de ti, de tus trabajos, de tus preocupaciones. Pensé constantemente en tu pintura, en lo que me dijiste en la plaza. Quiero saber qué haces ahora, qué piensas, si has pintado o no. – Le volví a estrujar el brazo con rabia.
—No —le respondí.— No es de mí que deseo hablar: deseo hablar de nosotras dos, necesito saber si me quieres. Nada más que eso: saber si me quieres. – No respondió.Desesperada por el silencio y por la oscuridad que no me permitía adivinar sus pensamientos a través de sus ojos, encendí un fósforo. Ella dio vuelta rápidamente la cara, escondiéndola. Le tomé la cara con mi otra mano y la obligué a mirarme: estaba llorando silenciosamente.
—Ah... entonces no me quieres —dije con amargura.
Mientras el fósforo se apagaba vi, sin embargo, cómo me miraba con ternura. Luego, ya en plena oscuridad, sentí que su mano acariciaba mi cabeza. Me dijo suavemente:
—Claro que te quiero... ¿por qué hay que decir ciertas cosas?
—Sí —le respondí—, ¿pero ¿cómo me quieres? Hay muchas maneras de querer. Se puede querer a un perro, a un niño. Yo quiero decir amor, verdadero amor, ¿entiendes?
Tuve una rara intuición: encendí rápidamente otro fósforo. Tal como lo había intuido, el rostro de Rosé sonreía. Es decir, ya no sonreía, pero
había estado sonriendo un décimo de segundo antes. Me ha sucedido a veces darme vuelta de pronto con la sensación de que me espiaban, no encontrar a nadie y sin embargo sentir que la soledad que me rodeaba era reciente y que algo fugaz había desaparecido, como si un leve temblor quedara vibrando en el ambiente. Era algo así.
—Has estado sonriendo —dije con rabia.
—¿Sonriendo? —preguntó asombrada.
—Sí, sonriendo: a mí no se me engaña tan fácilmente. Me fijo mucho en los detalles.
—¿En qué detalles te has fijado? —preguntó.
—Quedaba algo en tu cara. Rastros de una sonrisa.
—¿Y de qué podía sonreír? —volvió a decir con dureza.
—De mi ingenuidad, de mi pregunta si me querías verdaderamente o como a una chica, qué sé yo... Pero habías estado sonriendo. De eso no tengo ninguna duda. – Rosé se levantó de golpe.
—¿Qué pasa? —pregunté asombrada.
—Me voy —repuso secamente. Me levanté como un resorte.
—¿Cómo, que te vas?
—Sí, me voy.
—¿Cómo, que te vas? ¿Por qué? – No respondió. Casi la sacudí con los dos brazos.
—¿Por qué te vas?
—Temo que tampoco tú me entiendas. Me dio rabia.
—¿Cómo? Te pregunto algo que para mí es cosa de vida o muerte, en vez de responderme sonríes y además te enojas. Claro que es para no entenderte.
—Imaginas que he sonreído —comentó con sequedad.
—Estoy segura.
—Pues te equivocas. Y me duele infinitamente que hayas pensado eso.
No sabía qué pensar. En rigor, yo no había visto la sonrisa sino algo así como un rastro en una cara ya seria.
—No sé, Roseanne, perdóname —dije abatida—. Pero tuve la seguridad de que habías sonreído.
Me quedé en silencio; estaba muy abatida. Al rato sentí que su mano tomaba mi brazo con ternura. Oí en seguida su voz, ahora débil y dolorida:—¿Pero ¿cómo pudiste pensarlo?
—No sé, no sé —repuse casi llorando. Me hizo sentar nuevamente y me acarició la cabeza como lo había hecho al comienzo.
—Te advertí que te haría mucho mal —me dijo al cabo de unos instantes de silencio—. Ya ves como tenía razón.
—Ha sido culpa mía —respondí.
—No, quizá ha sido culpa mía —comentó pensativamente, como si hablase consigo misma. "Qué extraño", pensé.
—¿Qué es lo extraño? —preguntó Roseanne.
Me quedé asombrada y hasta pensé (muchos días después) que era capaz de leer los pensamientos. Hoy mismo no estoy segura de que yo haya dicho aquellas palabras en voz alta, sin darme cuenta.
—¿Qué es lo extraño? —volvió a preguntarme, porque yo, en mi asombro, no había respondido.
—Qué extraño lo de tu edad.
—¿De mi edad?
—Sí, de tu edad. ¿Qué edad tienes? – Rió.
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El Túnel
FanfictionEn una trama de amor y muerte que aborda la soledad del individuo contemporáneo, la pintora Lalisa Manoban se debate por comprender las causas que la arrastraron a matar a la mujer que amaba, Roseanne Park, y que era su única vía de salvación. En es...