Después de este inmenso tiempo de mares y túneles, bajaron por la escalinata. Cuando las vi del brazo, sentí que mi corazón se hacía duro y frío como un pedazo de hielo.
Bajaron lentamente, como quienes no tienen ningún apuro. "¿Apuro de qué?", pensé con amargura. Y sin embargo, ella sabía que yo la necesitaba, que esa tarde la había esperado, que habría sufrido horriblemente cada uno de los minutos de inútil espera. Y sin embargo, ella sabía que en ese mismo momento en que gozaba en calma yo estaría atormentada en un minucioso infierno de razonamientos, de imaginaciones.
¡Qué implacable, que fría, qué inmunda bestia puede haber agazapada en el corazón de la mujer más frágil! Ella podía mirar el cielo tormentoso como lo hacía en ese momento y caminar del brazo de Jennie (¡del brazo de ese grotesco individuo!), caminar lentamente del brazo de ella por el parque, aspirar sensualmente el olor de las flores, sentarse a su lado sobre la hierba; y no obstante, sabiendo que en ese mismo instante yo, que la habría esperado en vano, que ya habría hablado a su casa y sabido de su viaje a la estancia, estaría en un desierto negro, atormentada por infinitos gusanos hambrientos, devorando anónimamente cada una de mis vísceras.
¡Y hablaba con ese monstruo ridículo! ¿De qué podría hablar Rosécon ese infecto personaje? ¿Y en qué lenguaje? ¿O sería yo el monstruo ridículo? ¿Y no se estarían riendo de mí en ese instante? ¿Y no sería yo la imbécil, la mujer ridícula del túnel y de los mensajes secretos? Caminaron largamente por el parque. La tormenta estaba ya sobre nosotros, negra, desgarrada por los relámpagos y truenos. El pampero soplaba con fuerza y comenzaron las primeras gotas. Tuvieron que correr a refugiarse en la casa. Mi corazón comenzó a latir con dolorosa violencia. Desde mi escondite, entre los árboles, sentí que asistiría, por fin, a la re- velación de un secreto abominable pero muchas veces imaginado.
Vigilé las luces del primer piso, que todavía estaba completamente a oscuras. Al poco tiempo vi que se encendía la luz del dormitorio central, el de Jennie . Hasta ese instante, todo era normal: el dormitorio de Jennie estaba frente a la escalera y era lógico que fuera el primero en ser iluminado. Ahora debía encenderse la luz de la otra pieza. Los segundos que podía emplear Rosé en ir desde la escalera hasta la pieza estuvieron tumultuosamente marcados por los salvajes latidos de mi corazón. Pero la otra luz no se encendió.
¡Dios mío, no tengo fuerzas para decir qué sensación de infinita soledad vació mi alma! Sentí como si el último barco que podía rescatarme de mi isla desierta pasara a lo lejos sin advertir mis señales de desamparo. Mi cuerpo se derrumbó lentamente, como si le hubiera llegado la hora de la vejez.
De pie entre los árboles agitados por el vendaval, empapado por la lluvia, sentí que pasaba un tiempo implacable. Hasta que, a través de mis ojos mojados por el agua y las lágrimas, vi que una luz se encendía en otro dormitorio.
Lo que sucedió luego lo recuerdo como una pesadilla. Luchando con la tormenta, trepé hasta la planta alta por la reja de una ventana. Luego, caminé por la terraza hasta encontrar una puerta. Entré a la galería interior y busqué su dormitorio: la línea de luz debajo de su puerta me la señaló inequívocamente. Temblando empuñé el cuchillo y abrí la puerta. Y cuando ella me miró con ojos alucinados, yo estaba de pie, en el vano de la puerta. Me acerqué a su cama y cuando estuve a su lado, me dijo tristemente:
—¿Qué vas a hacer, Lisa?
Poniendo mi mano izquierda sobre sus cabellos, le respondí:
—Tengo que matarte, Roseanne. Me has dejado sola.
Entonces, llorando, le clavé el cuchillo en el pecho. Ella apretó las mandíbulas y cerró los ojos y cuando yo saqué el cuchillo chorreante de sangre, los abrió con esfuerzo y me miró con una mirada dolorosa y humilde. Un súbito furor fortaleció mi alma y clavé muchas veces el cuchillo en su pecho y en su vientre.
Después salí nuevamente a la terraza y descendí con un gran ímpetu, como si el demonio ya estuviera para siempre en mi espíritu. Los relámpagos me mostraron, por última vez, un paisaje que nos había sido común.
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El Túnel
FanfictionEn una trama de amor y muerte que aborda la soledad del individuo contemporáneo, la pintora Lalisa Manoban se debate por comprender las causas que la arrastraron a matar a la mujer que amaba, Roseanne Park, y que era su única vía de salvación. En es...