Llegué a mi casa con una mezcla de sentimientos. Por un lado, cada vez que pensaba en la frase que ella había dicho ("La recuerdo constantemente"), mi corazón latía con violencia y sentí que se me abría una oscura pero vasta y poderosa perspectiva; intuí que una gran fuerza, hasta ese momento dormida, se desencadenaría en mí. Por otro lado imaginé que podía pasar mucho tiempo antes de volver a encontrarla. Era necesario encontrarla. Me encontré diciendo en alta voz, varias veces: "¡Es necesario, es necesario!"
Al otro día, temprano, estaba ya parada frente a la puerta de entrada de YG Entertainment. Entraron todas las personas que esperaban afuera, pero ella no apareció: era claro que no trabajaba allí, aunque restaba la débil hipótesis de que hubiera enfermado y no fuese a la empresa por varios días.
Quedaba, además, la posibilidad de la audición, de manera que decidí esperar toda la mañana en el café de la esquina.
Había ya perdido toda esperanza (serían alrededor de las once y media) cuando la vi salir de la boca del subterráneo. Terriblemente agitada, me levanté de un salto y fui a su encuentro. Cuando ella me vio, se detuvo como si de pronto se hubiera convertido en piedra: era evidente que no contaba con semejante aparición. Era curioso, pero la sensación de que mi mente había trabajado con un rigor férreo me daba una energía inusitada: me sentía fuerte, estaba poseída por una decisión fuerte y dispuesta a todo.Tanto que la tomé de un brazo casi con brutalidad y, sin decir una sola palabra, la arrastré por la calle en dirección a la plaza. Parecía desprovista de voluntad; no dijo una sola palabra. Cuando habíamos caminado unas dos cuadras, me preguntó:
—¿A dónde me lleva?
—A la plaza. Tengo mucho que hablar con usted —le respondí, mientras seguía caminando con decisión, siempre arrastrándola del brazo.
Murmuró algo referente a YG Entertainment., pero yo seguí arrastrándola y no oí nada de lo que me decía. Agregué:
—Tengo muchas cosas que hablar con usted.
No ofrecía resistencia: yo me sentía como un río crecido que arrastra una rama. Llegamos a la plaza y busqué un banco aislado.
—¿Por qué huyó? —fue lo primero que le pregunté. Me miró con esa expresión que yo había notado el día anterior, cuando me dijo "la recuerdo constantemente": era una mirada extraña, fija, penetrante, parecía venir de atrás; esa mirada me recordaba algo, unos ojos parecidos, pero no podía recordar dónde los había visto.
—No sé —respondió finalmente—. También querría huir ahora. Le apreté el brazo.
—Prométame que no se irá nunca más. La necesito, la necesito mucho. —le dije.
Volvió a mirarme como si me escrutara, pero no hizo ningún comentario. Después fijó sus ojos en un árbol lejano. De perfil no me recordaba nada. Su rostro era hermoso pero tenía algo duro. El pelo era largo y rubio. Físicamente, no aparentaba mucho más de veintitrés años, pero existía en ella algo que sugería edad, algo típico de una persona que ha vivido mucho; no canas ni ninguno de esos indicios puramente materiales, sino algo indefinido y seguramente de orden espiritual; quizá la mirada, pero ¿hasta qué punto se puede decir que la mirada de un ser humano es algo físico?; quizá la manera de apretar la boca, pues, aunque la boca y los labios son elementos físicos, la manera de apretarlos y ciertas arrugas son también elementos espirituales. No pude precisar en aquel momento, ni tampoco podría precisarlo ahora, qué era, en definitiva, lo que daba esa impresión de edad. Pienso que también podría ser el modo de hablar.
—Necesito mucho de usted —repetí. No respondió: seguía mirando el árbol.
—¿Por qué no habla? —le pregunté. Sin dejar de mirar el árbol, contestó:
—Yo no soy nadie. Usted es una gran artista. No veo para qué me puede necesitar. Le grité brutalmente:
—¡Le digo que la necesito! ¿Me entiende? Siempre mirando el árbol, musitó:
—¿Para qué?
No respondí en el instante. Dejé su brazo y quedé pensativa. ¿Para qué, en efecto? Hasta ese momento no me había hecho con claridad la pregunta y más bien había obedecido a una especie de instinto. Con una ramita comencé a trazar dibujos geométricos en la tierra.
—No sé —murmuré al cabo de un buen rato—. Todavía no lo sé.
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El Túnel
FanfictionEn una trama de amor y muerte que aborda la soledad del individuo contemporáneo, la pintora Lalisa Manoban se debate por comprender las causas que la arrastraron a matar a la mujer que amaba, Roseanne Park, y que era su única vía de salvación. En es...