Era ella, que me había seguido sin animarse a detenerme. Ahí estaba y no sabía cómo justificar lo que había pasado. En voz baja, me dijo:
—Perdóneme, señorita... Perdone mi estupidez... Estaba tan asustada...
El mundo había sido, hacía unos instantes, un caos de objetos y seres inútiles. Sentí que volvía a rehacer y a obedecer a un orden. La escuché muda.
—No advertí que usted preguntaba por la escena del cuadro —dijo temblorosamente. Sin darme cuenta, la agarré de un brazo.
—¿Entonces la recuerda?
Se quedó un momento sin hablar, mirando al suelo. Luego dijo con lentitud:
—La recuerdo constantemente.
Después sucedió algo curioso, pareció arrepentirse de lo que había dicho porque se volvió bruscamente y echó casi a correr. Al cabo de un instante de sorpresa corrí tras ella, hasta que comprendí lo ridículo de la escena; miré entonces a todos lados y seguí caminando con paso rápido pero normal.Esta decisión fue determinada por dos reflexiones: primero, que era grotesco que una mujer conocida corriera por la calle detrás de una muchacha; segundo, que no era necesario. Esto último era lo esencial, podría verla en cualquier momento, a la entrada o a la salida de la oficina. ¿A qué correr como loca? Lo importante, lo verdaderamente importante, era que recordaba la escena de la ventana: "La recordaba constantemente."
Estaba contenta, me hallaba capaz de grandes cosas y solamente me reprochaba el haber perdido el control al pie del ascensor y ahora, otra vez, al correr como una loca detrás de ella, cuando era evidente que podría verla en cualquier momento en la empresa.
"¿En la empresa?", me pregunté de pronto en voz alta, casi a gritos, sintiendo que las piernas se me aflojaban de nuevo. ¿Y quién me había dicho que trabajaba en esa empresa? ¿Acaso sólo entra en una empresa la gente que trabaja allí? La idea de perderla por varios meses más, o quizá para siempre, me produjo un vértigo y ya sin reflexionar sobre las conveniencias corrí como una desesperada; pronto me encontré en la puerta de YG Entertainment y ella no se veía por ningún lado.¿Habría tomado ya el ascensor? Pensé interrogar al ascensorista, pero ¿cómo preguntarle? Podían haber subido ya muchas mujeres y tendría entonces que especificar detalles: ¿qué pensaría el ascensorista ? Caminé un rato por la vereda, indecisa. Luego crucé a la otra vereda y examiné el frente del edificio, no comprendo por qué. ¿Quizá con la vaga esperanza de ver asomarse a la muchacha por una ventana?.
Sin embargo era absurdo pensar que pudiera asomarse para hacerme señas o cosas por el estilo. Sólo vi el gigantesco cartel que decía: YG Entertainment. Juzgué a ojo que debería abarcar unos veinte metros de frente; este cálculo aumentó mi malestar. Pero ahora no tenía tiempo de entregarme a ese sentimiento: ya me torturaría más tarde, con tranquilidad. Por el momento no vi otra solución. que entrar.
Enérgicamente, penetré en el edificio y esperé que bajara el ascensor; pero a medida que bajaba noté que mi decisión disminuía, al mismo tiempo que mi habitual timidez crecía tumultuosamente. De modo que cuando la puerta del ascensor se abrió ya tenía perfectamente decidido lo que debía hacer: no diría una sola palabra. Claro que, en ese caso, ¿para qué tomar el ascensor?
Resultaba violento, sin embargo, no hacerlo, después de haber esperado visiblemente en compañía de varias personas. ¿Cómo se interpretaría un hecho semejante? No encontré otra solución que tomar el ascensor, manteniendo, claro, mi punto de vista de no pronunciar una sola palabra; cosa perfectamente factible y hasta más normal que lo contrario: lo corriente es que nadie tenga la obligación de hablar en el interior de un ascensor, a menos que uno sea amigo o amiga del ascensorista, en cuyo caso es natural preguntarle por el tiempo o por el hijo enfermo.
Pero como yo no tenía ninguna relación y en verdad jamás hasta ese momento había visto a ese hombre, mi decisión de no abrir la boca no podía producir la más mínima complicación. El hecho de que hubiera varias personas facilitaba mi trabajo, pues lo hacía pasar inadvertido.
Entré tranquilamente al ascensor, pues, y las cosas ocurrieron como había previsto, sin ninguna dificultad; alguien comentó con el ascensorista el calor húmedo y este comentario aumentó mi bienestar, porque confirmaba mis razonamientos.Experimenté una ligera nerviosidad cuando dije "octavo", pero sólo podría haber sido notada por alguien que estuviera enterado de los fines que yo perseguía en ese mo- mento.
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El Túnel
FanfictionEn una trama de amor y muerte que aborda la soledad del individuo contemporáneo, la pintora Lalisa Manoban se debate por comprender las causas que la arrastraron a matar a la mujer que amaba, Roseanne Park, y que era su única vía de salvación. En es...