Yo no decía nada. Herniosos sentimientos y sombrías ideas daban vueltas en mi cabeza, mientras oía su voz, su maravillosa voz. Fui cayendo en una especie de encantamiento. La caída del sol iba encendiendo una fundición gigantesca entre las nubes del poniente. Sentí que ese momento mágico no se volvería a repetir nunca. "Nunca más, nunca más", pensé, mientras empecé a experimentar el vértigo del acantilado y a pensar qué fácil sería arrastrarla al abismo, conmigo.
Oí fragmentos: "Dios mío... muchas cosas en esta eternidad que estamos juntas... cosas horribles... no sólo somos este paisaje, sino pequeños seres de carne y huesos, llenos de fealdad, de insignificancia..."
El mar se había ido transformando en un oscuro monstruo. Pronto, la oscuridad fue total y el rumor de las olas allá abajo adquirió sombría atracción: ¡Pensar que era tan fácil! Ella decía que éramos seres llenos de fealdad e insignificancia; pero, aunque yo sabía hasta qué punto era yo misma capaz de cosas innobles, me desolaba el pensamiento de que también ella podía serlo, que seguramente lo era. ¿Cómo? —pensaba— ¿con quiénes, cuándo? Y un sordo deseo de precipitarme sobre ella y destrozarla con las uñas y de apretar su cuello hasta ahogarla y arrojarla al mar iba creciendo en mí. De pronto oí otros fragmentos de frases: hablaba de un primo; habló de la infancia en el campo; me pareció oír algo de hechos "tormentosos y crueles", que habían pasado con ese otro primo. Me pareció que Rosé me había estado haciendo una preciosa confesión y que yo, como una estúpida, la había perdido.
—¡Qué hechos, tormentosos y crueles! —grité.
Pero, extrañamente, no pareció oírme: también ella había caído en una especie de sopor, también ella parecía estar sola. Pasó un largo tiempo, quizá media hora.
Después sentí que acariciaba mi cara, como lo había hecho en otros momentos parecidos. Yo no podía hablar. Como con mi madre cuando era una niña, puse la cabeza sobre su regazo y así quedamos un tiempo quieto, sin transcurso, hecho de infancia y de muerte: ¡Qué lástima que debajo hubiera hechos inexplicables y sospechosos! Cómo deseaba equivocarme, cómo ansiaba que Rosé no fuera más que ese momento! Pero era imposible: mientras oía los latidos de su corazón junto a mis oídos y mientras su mano acariciaba mis cabellos, sombríos pensamientos se movían en la oscuridad de mi cabeza, como en un sótano pantanoso; esperaban el momento de salir, chapoteando, gruñendo sordamente en el barro.
Pasaron cosas muy raras. Cuando llegamos a la casa encontramos a Jennie muy agitada (aunque es de esos que creen de mal gusto mostrar las pasiones); trataba de disimularlo, pero era evidente que algo pasaba. Amelie se había ido y en el comedor todo estaba dispuesto para la comida, aunque era claro que nos habíamos retardado mucho, pues apenas llegamos se notó un acelerado y eficaz movimiento de servicio. Durante la comida casi no se habló. Vigilé las palabras y los gestos de Jennie porque intuí que echarían luz sobre muchas cosas que se me estaban ocurriendo y sobre otras ideas que estaban por reforzarse. También vigilé la cara de Roseanne; era impenetrable. Para disminuir la tensión, Rosé dijo que estaba leyendo una novela de Sartre. De evidente mal humor, Jennie comentó:
—Novelas en esta época. Que las escriban, vaya y pase... ¡pero que las lean!
Nos quedamos en silencio y Jennieno hizo ningún esfuerzo por atenuar los efectos de esa frase. Concluí que teníaalgo contra Roseanne. Pero como antes que saliéramos para la costa no habíanada de particular, inferí que ese algo contraRosé había nacido durante nuestra larga conversación; era muy difícil admitirque no fuera a causa de esaconversación o, mejor dicho, a causa del largo tiempo que habíamos permanecido allá.
Mi conclusión fue: Jennie está celosa y eso prueba que entre ella y Rosé hay algo más que una simple relación de amistad y de parentesco. Desde luego, no era necesario que Rosé sintiese amor por ella; por el contrario: era más fácil que Jennie se irritase al ver que Rosé daba importancia a otras personas. Fuera como fuese, si la irritación de Jennie era originada por celos, tendría que mostrar hostilidad hacia mí, ya que ninguna otra cosa había entre nosotras. Así fue. Si no hubieran existido otros detalles, me habría bastado con una mirada de soslayo que me echó Jennie a propósito de una frase de Rosé sobre el acantilado.
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El Túnel
FanfictionEn una trama de amor y muerte que aborda la soledad del individuo contemporáneo, la pintora Lalisa Manoban se debate por comprender las causas que la arrastraron a matar a la mujer que amaba, Roseanne Park, y que era su única vía de salvación. En es...