Capítulo 2: Detención

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Cuando termino las clases voy directo al salón vacío que usan de detención, entro al salón sin tocar la puerta viendo como el viejo se quita su saco y se sienta en la silla.

— Llegas tres minutos tardes.— lo ignoró para ir hasta el lugar del centro, estaba tan dibujado que me causaba diversión, en especial por que todos los hice yo.

— Culpa al maestro, no a mí.— y ahora todo esto era totalmente incómodo, retiró los lentes de mis ojos para poder verlo mejor. El dolor de cabeza desapareció hace un rato así que no debía preocuparme.

El se queda en su computadora, muerdo mi labio viéndolo. Sus hombros se veían bien trabajados, retiro mi vista con detenimiento. Puedo sentir su mirada ahora en mi, mi teléfono suena mirándolo otra vez contesto.

— No puedes tener llamadas.— pongo mi mano arriba silenciando la oración que tanto me repiten, el me mira con sus cejas juntadas. Me mira detenidamente incluso deja  su computadora para verme mientras entrelaza sus manos y coloca su barbilla en ellas.

LLAMADA 📞

¿ Qué quieres.?— preguntó retando al viejo con la mirada, su cara está tan dura por el enojo que una sonrisa brota de mis labios. Juego con un mechón de mi cabello mientras escucho a la otra persona.

— Abra una fiesta mañana en la noche, el código es ropa corta y pegada. Debes venir, te lo suplicó. — blanqueo mis ojos para buscar una liga en mi mochila, cuando la encuentro juego con ella un poco.

— No me gustan las fiestas de tus amigos... son todos unos  idiotas pervertidos, ni siquiera se como es que intentas olvidarlo con uno de ellos.— alzo mi pie dejándolo en la silla, la falda de mi uniforme se alza dejando ver demasiada piel. Cuando creo que el va a retirar la vista, quedo helada. El se levanta de su silla acercándose hasta mí lentamente, toma mi pie quitandolo de la silla.

— Te hablo después, estoy en detención. Si consigues algo para ponerme iré.— mi voz es rápida debido a que el toma mi teléfono, intento quitárselo para poder seguir hablando con mi mejor amiga pero solo termino cerca de su pecho.

Fin de la llamada 📞

— Eso suma dos castigos, Señorita Diana. Empiezo a creer de que es hora, de un castigo más fuerte.— nuestro pecho roza cada vez que uno respira, alzo una ceja.

— ¿Qué tipo de castigo?— el sonríe de lado haciendo que me ahogue con mi propia saliva, toso un poco sintiendo el calor subir por todo mi rostro. Retrocedo un poco pero el se acerca más, su rostro queda en mi cuello.

Dios... ayúdame.

— Limpia cada esquina del salón.— junto mis cejas sintiendo el olor de su perfume en mi nariz.

Reconozco ese olor, es un perfume muy caro.

Espera...

— ¿Limpiar?— el se aleja para tomar asiento, vuelve a la computadora dejándome de pie con una confusión muy notable.

¿Eso qué hizo que significa?

— El salón no se va a limpiar solo.— oh... era enserio.

Dejo de mirarlo para observar el salón, estaba hecho todo un asco. Suelto una maldición demasiado alta provocando que el me mire, su mirada es de pura ira.

— Mañana a la misma hora vuelva a detención.— abro mis ojos como resorte. Señala la esquina del salón mostrándome los productos de limpieza.

Esto ya es definitivo.

Todo el interés que tenía por usted, acaba de aumentar.

Yes, Daddy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora