Capítulo 9

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Por los días que siguieron a aquel encuentro, Ferrán se tomó la costumbre de esperarla y llevarla hasta su hogar cada tarde

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Por los días que siguieron a aquel encuentro, Ferrán se tomó la costumbre de esperarla y llevarla hasta su hogar cada tarde. A Mel esa rutina comenzó a agradarle, y se lamentó cuando ese viernes a la noche, le sacaron definitivamente el yeso y le autorizaron a manejar de nuevo.

Ferrán le había avisado que el viernes no lo vería, pues tenía que hacer un viaje al interior del país y volvería recién el domingo por la noche. Sin embargo, antes de despedirse, le pidió su número de celular, y Mel, no sin antes pensarlo un millón de veces, se lo dio.

Al salir de la clínica se encontró con Lauri y Mariana en una hamburguesería, de allí irían a la casa de la segunda, donde harían la tradicional reunión de cada viernes. Las chicas comenzaron a bromear acerca del nuevo amigo de Mel y ella, por su parte, se divertía mucho ante sus suposiciones.

—Ya les dije que solo somos amigos —repitió una vez más luego de que se burlaran de ella diciéndole que a lo mejor debía volver a accidentarse para que él continuara llevándola a casa cada tarde.

—Sí, sí... Mira... —dijo Laura y la observó—. Es obvio que ese hombre quiere algo contigo, yo no me trago ese cuento de la amistad. Te lleva cada tarde esperando que un día lo invites a pasar. Y lo que no entiendo es por qué no lo has hecho aún, ¿no has visto lo guapo que está? Encima ese acento que tiene, Dios mío, con solo escucharlo hablar me derrito —bromeó.

Mel se sintió algo incómoda con el comentario, pero también le dio risa. Ya estaba más o menos acostumbrada a los arranques de Lauri y no le molestaban.

—Yo creo que sí pueden ser amigos —agregó Mariana—, solo que... quizá también puedan ser algo más. Hacen buena pareja...

—Ya les conté que dijo que vino aquí por una mujer, así que lo más seguro es que tiene novia o a lo mejor está casado...

—O separado... quizá divorciado —añadió Lauri—. No le vi anillo, y no crean que no me fijé —agregó.

—Te creo —rio Mariana.

—Solo piénsenlo, ¿por qué invitaría a almorzar a Mel o la llevaría a casa cada día si tuviera una novia? —inquirió Lauri.

—No seas ilusa —respondió Mariana—, creo que si él le dijo a Mel que vino por una mujer lo mejor es cerciorarse de que no haya nadie en medio. No sea que te ilusiones —dijo mirando a Mel—, y luego las cosas salgan mal. Además, ¿para qué querrías un hombre infiel al lado?

—¡Para disfrutar de ese banquete! —añadió Laura. Las chicas rieron, pero ella continuó—. No me hagas caso, eso que dice Mariana es cierto, hay que asegurarse de que no haya una mujer en medio. Aunque siempre podemos hacer un plan para sacarla de allí, ¿no creen?

—Ya les dije que él no busca nada más, y yo, menos... Solo somos amigos —afirmó Mel una vez más.

—Sí, sí... claro —respondió Lauri con un gesto de incredulidad—. A ver, sé sincera conmigo. ¿No te gusta, Mel? ¿Ni un poquito? —quiso saber.

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