Capítulo 38

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La boda de Lauri y Sebastián se llevó a cabo dos meses después de lo previsto en un principio

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La boda de Lauri y Sebastián se llevó a cabo dos meses después de lo previsto en un principio. Mariana y Camelia fueron sus damas de honor, las cosas habían resultado mejor de lo que en un principio pensaron y, Lauri, apoyada por la fuerza insuperable de Camelia, logró levantar la cabeza y salir a flote. Después de todo su carácter chispeante le fue de gran utilidad y la Camelia que regresó de Galicia era tan efervescente y llena de vida, que sus amigas se dejaron llevar por su intensidad y su amor.

La amistad entre ambas se afianzó y fortaleció cuando decidieron ir a terapia, encontraron a una mujer llena de luz que las acompañaría con mucho amor en dicho camino y sería de gran ayuda para que ambas sanaran los fantasmas que aún quedaban por allí. Las sesiones eran los viernes por la tarde, así que salían del trabajo e iban juntas, entraba una y luego la otra, y al salir de allí se encontraban con Mariana para ir a comer algo y luego compartir sus tan acostumbrados viernes de soltera, a los que ahora llamaban viernes de desahogo, ya que era el momento de la semana en que liberaban el estrés laboral y el de la vida misma.

Ferrán, por su parte, regresó a su profesión tras ayudar a un niño que en plena calle se había tragado algo y casi se ahogó. Por suerte, él estaba por ahí, vestido de mimo y lo notó antes que nadie, corrió y aplicándole una maniobra, logró liberar las vías respiratorias obstruidas del pequeño. La familia se lo agradeció tanto por su rápido actuar que él sintió que en su interior renacía algo que hacía mucho había quedado dormido, el amor por su vocación. Así que corrió a buscar a Camelia y le comentó todavía muy emocionado por la sensación del momento, que extrañaba su carrera.

Camelia le insistió que regresara a su profesión y que ella le apoyaría en todo lo que necesitara, así que luego de algunas conversaciones decidió hacerlo, pero ya no en el hospital. Abrió su propio consultorio donde disfrazado de mimo doctor, recibía a sus pequeños pacientes, una lista que cada vez crecía más y más ante los comentarios de los padres felices porque sus hijos no lloraban por ir a ver al pediatra.

Casi un año después, un viernes cualquiera, Lauri y Mel salieron de la clínica para ir a donde se verían con Mariana. Mientras caminaban, Lauri abrazó a Camelia y ella correspondió a ese abrazo.

—¿Sabes? Nunca lo habría logrado sin ti —agradeció—, sé que te lo he dicho muchas veces, pero hoy es un día especial y quiero que lo sepas.

—¿Qué tiene de especial? —inquirió Mel.

—Pues... es un día radiante —respondió la muchacha—. Nunca pensé que... podría superar esto, Mel, pero cuando tú me contaste tu historia y me di cuenta de tu lucha diaria, pensé que yo no podía dejarte sola en esto, que teníamos que estar juntas, que podíamos apoyarnos. Si tú habías logrado superarlo siendo solo una niña. ¿Por qué yo no?

—Bueno, y tú me salvaste a mí —dijo Mel con una sonrisa—, fuiste la primera en hablarme, en ofrecerme una amistad real y sincera. No sé por qué lo acepté, creo que porque tu personalidad me llamaba, eras una especie de alter ego... ¿Sabes? Quizá si no me hubiera cerrado al mundo durante toda mi adolescencia y juventud, hubiese llegado a ser alguien tan alegre, arriesgada y divertida como tú...

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